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Mejora de la Administración

Tercera propuesta: Profesionalización

En la Primera propuesta: Factorización, proponíamos una estrategia de mejora de las Administraciones por medio de las TI aplicando un procedimiento de factorización. La factorización choca con problemas no tecnológicos, como por ejemplo el fenómeno de las Islas Administrativas.

En la Segunda propuesta: Simplificación, se hablábamos de cómo podemos mejorar la administración simplificando la vida al ciudadano, de lo cara y costosa que es la complejidad, y de la necesidad de gestionar los riesgos a la hora de rediseñar los servicios.

Junto con estas dos estrategias, y a modo de catalizador para facilitar su aplicación, proponemos ahora una nueva estrategia: la Profesionalización.

En esencia, lo que queremos decir con profesionalización es que la toma de decisiones de cada Organismo, Ministerio, etc. se tenga en cuenta las implicaciones de TI, que por ejemplo las normas, reglamentos o leyes sean analizadas para que su viabilidad no sea sólo legal o económica, como es ahora, sino para que también se determine su viabilidad tecnológica, y sus posiblidades de factorización como se explican en la primera propuesta.

Esta propuesta implica también que TI deja de ser una unidad de servicios PASIVA equiparada a otras como los fontaneros, electricistas y servicios de seguridad o limpieza, y pasa a ser una unidad ACTIVA en términos de negocio, con iniciativas propias, no para sí misma, sino para toda la organización.

La profesionalización la enfocaremos en dos aspectos clave: la aplicación de metodologías, buenas prácticas, marcos de referencia y estándares de la industria TI que han demostrado su eficacia en obtener el máximo provecho y retorno de la inversión (ROI) de las TI, y los aspectos organizativos que centraremos especialmente en el papel del CIO en las AAPP.

El Gobierno de las TI en las AAPP

Para muchas organizaciones, la información y la tecnología que las soportan representan sus más valiosos activos, aunque con frecuencia son poco entendidos. Las organizaciones exitosas reconocen los beneficios de la tecnología de información y la utilizan para impulsar el valor de sus interesados (stakeholders (1)).

Estas organizaciones también entienden y administran los riesgos asociados, tales como el aumento en requerimientos regulatorios, así como la dependencia crítica de muchos procesos de negocio en TI. La necesidad del aseguramiento del valor de TI, la administración de los riesgos asociados a TI, así como el incremento de requerimientos para controlar la información, se entienden ahora como elementos clave del Gobierno Corporativo. El valor, el riesgo y el control constituyen la esencia del gobierno de TI.

El gobierno de TI es responsabilidad de los ejecutivos, del consejo de directores y consta de liderazgo, estructuras y procesos organizacionales que garantizan que TI en en la organización sostiene y extiende las las estrategias y objetivos organizacionales.

Extracto de la introducción de la guía COBIT 4.1

En esa misma línea se pronuncia el estándard ISO 38500, «Gobierno Corporativo de las Tecnologías de la Información«, que ha sido adoptado entre otros por ITILV3- 2011 edition, y que contiene «un marco de principios para que la Alta Direción pueda evaluar, dirigir y vigilar el uso de las TI en su Organización.»

Ya nadie pone en duda la importancia de TI para el funcionamiento de las organizaciones, y en muchas de ellas (particularmente en el caso de las Administraciones Públicas) son un elemento crítico y nuclear para el funcionamiento del «negocio (2)». Junto con esta realidad, la complejidad y especificidad de las Tecnologías de la Información ha promovido el desarrollo de un conjunto de normas, marcos de referencia, catálogos de buenas prácticas y estándares, cuya aplicación, en todo o en parte, contribuye a la obtención de los mejores resultados. La figura siguiente muestra una selección de algunos elementos que constituyen este puzzle:

El proceso de mejora de las TI en las Administraciones pasa obligatoriamente por la adopción de uno o varias de estos estándres y normas, que lógicamente deben irse incorporando de forma progresiva y estudiando los puntos donde su aplicación es más eficaz en cada caso y momento.

Así por ejemplo, es muy beneficiosa su aplicación en la gestión de la contratación de servicios TI externos, labor muy frecuente en la AAPP. CMMI e ITIL tienen apartados específicos para gestionar correctamente estas actividades, y de este modo se consigue optimizar no sólo los costes de contratación sino especialmente conseguir que la eficacia del gasto TI para las operaciones de las AAPP se maximice.

La organización de las TI en las AAPP

En el momento en el que empezamos a aplicar este conjunto de normas y estándares, se hace evidente que se necesitan cambios organizativos para llevarlo a cabo. A la larga, será precisa una redefinición de lo que actualmente se denomina Arquitectura Empresarial, es decir, de la organización de cada entidad (en el caso de las AAPP, de cada unidad con autonomía: Ministerios, Organismos, etc.). Además, son necesarios algunos elementos organizativos importantes, algunos de las cuales ya suelen existir, pero otros deben crearse todavía.

  • Arquitectura/Normativa, encargada de diseñar la arquitectura técnica común, de definir las metodologías y normativas a usar, teniendo como principal objetivo el alineamiento entre los procesos de negocio y los sistemas de información.
  • Gestión Financiera, que no sólo debe dedicarse a la tramitación de las compras, sino a verificar el Retorno de la Inversión para el Negocio de las actividades de TI
  • Gestión de Calidad, que tiene entre otras funciones verificar la aplicación de la arquitectura y normativa definidas en todas las actividades de TI y contribuir al alineamiento de los procesos de TI con los niveles de servicio requeridos por el negocio.
  • Gestión de Proyectos, necesaria para asegurar la aplicación de la normativa, de los criterios calidad y eficacia de cada uno de los diversos proyectos y para coordinarlos entre sí.
  • Cuadro de mandos de TI, necesario tanto para las labores de coordinación y vigilancia de las actividades TI como para dar visibilidad del funcionamiento y del ROI de TI al resto de la organización.

El papel del CIO

¿Cuál es el papel actual del CIO en la Administración Pública Española?. Alguien podría pensar que todavía no tenemos CIO; pero yo disiento. Tenemos no uno sino varios CIOs.

En primer lugar tenemos los Subdirectores Generales de Tecnologías de la Información. Todos los Ministerios tienen uno, a veces con un nombre similar, y generalmente ubicados dentro de la Subsecretaría que es donde están todos los servicios de soporte de los Ministerios. Dentro del organigrama, están situados en un tercer o cuarto nivel por debajo del Ministro. Se puede ver como ejemplo el organigrama del MITYC.

En algunos organismos la situación puede ser diferente. Así por ejemplo en la OEPM el Director de Tecnologías de la Información, con rango de División, se encuadra en un segundo nivel y se sienta en los Comités de Dirección de la OEPM.

Lo más parecido a un CIO general de la AGE es el Director General para el Impulso de la Administración Electrónica, que se encuentra exactamente a un tercer nivel por debajo del Ministro, pero si pensamos que este es el CIO de la AGE, entonces se encuentra exactamente en un cuarto nivel por debajo de la dirección máxima, la que ejerce el Presidente del Gobierno (3).

La verdad es que en España los CIO de la Administración están demasiado alejados de los órganos de decisión como para desempeñar efectivamente el papel estrátégico que las TI deben ejercer.

¿ Cuales son las funciones actuales de estos CIO en la Administración Española?. Generalmente se encuentran encuadradas en lo que D.C. Misra define como CIO de la Administración 1.0:

  • Se basan en el modelo pre-internet: Es «el jefe del CPD»
  • Su trabajo es automatizar los procesos de la Administración
  • Es una persona de perfil técnico que «ha recibido» los procesos de la Administración
  • Ha aprendido los procesos de la Administración al realizar su trabajo.
Misra a su vez propone las características del nuevo «CIO de la Administracion 2.0«
  • En el mundo post-internet el CIO es una cosa muy diferente
  • Se ha convertido en el «agente del cambio» por excelencia
  • El antiguo CIO era un especialista TI – el nuevo es un generalista con conocimiento del terreno.
  • Es un hombre de dentro y un miembro del equipo directivo.

¿Cuáles deben ser las funciones y responsabilidades del nuevo CIO de la Administración?. La verdad es que la respuesta no es fácil, ni breve, y menos en el espacio de éste ya largo artículo. Hay múltiples propuestas y referencias en Internet. Toshio Obi, presidente de la International Academy of CIO, cita nada menos que 57 responsabilidades diferentes  del CIO de la Administración (los japoneses, siempre tan minuciosos).

Nosotros, por ahora, seremos un poco más modestos, y propondremos con carácter general las siguientes:

  • Planificación Estratégica: el CIO debe participar en el diseño de la Planificación Estratégica de la organización para la que trabaja y debe diseñar un Plan Estratégico de TI para conseguir los objetivos del Plan Estratégico de la organización.
  • Entrega de Servicios TI: el CIO es el responsable de poner los medios para que la organización disponga de los servicios TI apropiados, y sobre todo y especialmente para que los servicios TI dirigidos a los ciudadanos funcionen correctamente, con el nivel de calidad, disponibilidad, seguridad y los niveles de servicio apropiados para las necesidades actuales y futuras.
  • Gestión Financiera: el CIO debe diseñar la política de inversiones y adquisiciones TI de forma transparente, maximizando el valor de las mismas con el balance apropiado entre coste, riesgo y tecnología de forma que cubran las necesidades del servicio y los procesos de negocio. Para ello establecerá las apropiadas relaciones con los departamentos de gestión de compras, gestión económica, y control de gasto de la organización así como con los proveedores y la industria TI.
  • Normativa: El CIO debe definir y aplicar las normas, estándares, metodologías apropiadas para el mejor desempeño de las actividades de TI, y debe asegurarse que se cumplen las normas legales que sean de aplicación en los procesos y sistemas TI, para lo cual establecerá las apropiadas relaciones con los órganos encargados de la gestión legal. Del mismo modo participará en la elaboración de normativas en los aspectos relacionados con su aplicación por medio de las TI.
  • Información y Comunicación: El CIO debe elaborar el Cuadro de Mando que refleje la situación y evolución del departamento TI y de sus servicios, y debe comunicarlo apropiadamente hacia el interior de la unidad, hacia el exterior y hacia la jefatura de la organización, demostrando que la entrega de resultados se ajusta a las demandas del negocio así como a los planes de gasto e inversión y a los planes estratégicos.
  • Colaboración y Gestión del Conocimiento: El CIO colaborará con el resto de responsables de la organización para el desempeño de sus respectivas funciones, y a su vez establecerá los medios y mecanismos para que el personal que trabaja para la organización pueda realizar las comunicaciones necesarias de forma transversal, utilizando los medios que las TI ponen a su disposición, y debe crear sistemas colaborativos para la creación y gestión del conocimiento de la Organización, que deben ser la base para los procesos de optimización y mejora constante a la que están obligadas todas las Organizaciones Públicas.

Es importante que el CIO ejerza su función de dirección tanto hacia adentro como hacia fuera del departamento TI. Esta función de relación externa es importante y compleja por lo que nos permitimos mostrar un gráfico para ilustrarla:

En el gráfico podemos ver cómo el CIO se comunica directamente con el responsable máximo de la organización (Presidente del Gobierno o Ministro), con los responsables financieros (Oficina Presupuestaria, Dirección General de Compras, Intervención General, …), con los responsables legales (Abogacía General del Estado, …), con los jefes de las diversas unidades de gestión de la organización, con los usuarios/clientes (internos o externos) y con los proveedores e industria TI.

Como es lógico, estos son sólo bosquejos, que es necesario concretar, tanto a nivel de los responsables TI de cada Ministerio u Organismo, como para el caso del CIO General de la Administración.

En fín, aquí lo dejamos, y ya es bastante. En el tintero se han quedado algunas ideas más, pero por el momento no las abordaremos. Con este artículo termina pues la tercera de las propuestas para la mejora de la Administración por medio de las Tecnologías de la Información.

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(1) El término «stakeholders» no tiene una traducción directa y exacta, quizás «interesados» es la que más se aproxima. En el caso de las AAPP, el conjunto de interesados o grupos que podrían verse afectados por su actividad es en general muy superior al de una empresa (incluye entre otros: ciudadanos, empleados públicos, clase política, empresas proveedoras, empresas usuarias,…) , por lo que la dificultad de la planificación estratégica es muy superior, según se afirma en el artículo de Mario Waissbluth,  «Sistemas Complejos y Gestión Pública»

(2) Según el RAE, «negocio»: Ocupación, quehacer o trabajo. Entendemos el término «negocio», en este contexto, como aquello de lo que se ocupan las AAPP, que obviamente no es la prestación de servicios TI, sino la prestación de servicios públicos, para lo cual las TI son un medio necesario hoy día.

(3) Esta «doble escala CIO» no es sólo nuestra, por ejemplo el Gobierno Federal USA definó ambos roles en el e E-Government Act of 2002.

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Segunda propuesta: Simplificación

Simplificar la vida al Ciudadano

Un amigo mío está inscrito en los talleres culturales de Bailes de Salón que organiza el Ayuntamiento de Madrid. Cada año, el y su pareja pasan por el proceso que supone presentar la solicitud para el curso siguiente (la cual presenta cada uno individualmente, pero poniendo al otro en la solicitud, pues es su pareja), esperar la publicación de las listas de admitidos, que se hacen por sorteo de la inicial del primer apellido, hacer las reclamaciones si ha lugar (han tenido que hacerla alguna vez), una vez admitidos ir a recoger el «documento de pago», de cada uno, ir al banco, pagarlo, coger el recibo y llevarlo al centro cultural de vuelta para que vea que han pagado y poder empezar las clases.

En su conjunto, supone al menos cuatro o cinco visitas al centro cultural y una al banco. Como van a dos centros culturales (reciben las clases en diferentes días), hay que multiplicar por dos las visitas, excepto al banco, que se aprovecha una visita para pagar todos los recibos (matriculación y clases trimestrales) de una tacada.

De hecho, suele haber oferta de diferentes días de clase, horarios y niveles. Normalmente la gente pide el horario al que puede asistir con facilidad, compaginando con otras actividades. Suele suceder que se piden varias opciones y luego se renuncia a una de ellas si le han concedido la que pidió en primer lugar.

También se suele tener en cuenta si eres un «alumno nuevo» o «repetidor», pues hay un cupo de unos tres cursos consecutivos en los que se pasa automáticamente de un curso al siguiente, pero al terminar el ciclo se acaba el privilegio y hay que entrar de nuevo en el bombo.

En fin, no os estoy contando nada que no sea común en los múltiples procedimientos administrativos de todo tipo que se gestionan en las AAPP. En este, como en muchos otros procedimientos, la «electronificación» de la relación entre el usuario y la Administración puede simplificar mucho la vida para el ciudadano. Por ejemplo:

  • La administración podría tener un CRM de los usuarios (ciudadanos) de los centros culturales, donde quede anotado los cursos a los que se ha inscrito cada persona, los centros culturales a los que acude, los horarios preferidos, si tiene una pareja para los talleres por parejas, etc. De este modo, se evitaría volver a pedir los datos una y otra vez en cada inscripción.
  • Se evitarían los errores que a veces se producen: parejas «descolgadas» (misteriosamente han admitido a una persona pero no a su pareja), inadmisiones por errores en el domicilio (se toman los datos erróneos en el DNI), fallos en las asignaciones de horarios, etc. La subsanacion de estos errores también lleva tiempo y complicaciones para el ciudadano.
  • El pago electrónico simplificaría todo el proceso: una vez confirmada la admisión, el usuario sería redirigido a la pasarela de pago pertinente y tras realizar el pago, recibe la confirmación de inscripción: se evitan viajes con los papeles para acá y para allá.
  • Este sistema de gestión también permite que las vacantes se ocupen mucho más rápidamente, pues se detectan las plazas que quedan libres y se notifica automáticamente al primero de la lista de espera. Se optimiza pues el servicio: el mismo coste permite dar servicios a más ciudadanos.
  • Para terminar, toda la información recogida de los centros culturales se puede analizar. Se pueden obtener estadísticas de funcionamiento, y se pueden encontrar patrones de comportamiento, que permitirán rediseñar los servicios, y el acceso a los mismos.
Con este ejemplo, he pretendido ilustrar dos características que en mi opinión debe tener la simplificación:
  • Debe estar centrada en el usuario/cliente: las ventajas o mejoras deben ser percibidas en primer lugar por el ciudadano.
  • Se realiza mejor de abajo hacia arriba: desde los detalles hacia lo general

Se puede argumentar que la factorización, objeto del anterior artículo, es también una forma de simplificación. Es cierto, pero según lo veo yo, factorización y simplificación son complementarias.

Una característica de la simplificación es que debe exigir un principio de proporcionalidad, o adecuación, entre la importancia o trascendencia del trámite y la complejidad del mismo. No deben ser iguales, por ejemplo, los requisitos de seguridad de los trámites ante los tribunales de justicia que el caso antes comentado de los centros culturales. Los primeros son mucho más trascendentes y por tanto requieren un grado de confianza, basado en los procedimientos, mucho mayor. Así por ejemplo, ante los tribunales podemos exigir la identificación con DNI electrónico que es muy seguro, mientras que en un centro cultural bastaría con un clásico usuario/password.

Del mismo modo no es igual el trámite que implica cantidades económicas pequeñas, hasta unos cientos de euros, que aquel que afecta a miles o millones. Este último debe ser mucho más garantista.

También en la simplificación toma importancia el uso de los valores por defecto: un conjunto adecuado de valores por defecto simplifica muchísimo la vida al usuario, en especial si como hemos visto antes esos valores por defecto son calculados para cada usuario en función de su perfil en el CRM que tiene la Administración competente.

La complejidad normativa

Pero si hablamos de simplificacion, es inevitable también hablar de complejidad.

En un interesante artículo titulado Productividad, innovación y regulación autonómica (de Francisco Marcos y Juan Santaló), se reflejan los resultados de un estudio que correlaciona el increible crecimiento normativo que se ha producido en España en los últimos 30 años (tasas del dosmil – si, he dicho bien – 2000%) con el decrecimiento de la productividad y de la innovación industrial:

Nuestras estimaciones revelan que un aumento del 100% en el número de normas autonómicas se asocia con una reducción de la tasa de crecimiento anual de la productividad total de los factores del 3,5% y con una reducción del 80% anual de las solicitudes de patente; de más del 100% de las solicitudes de modelos de utilidad y de entre el 62% y el 112% de las solicitudes de diseños industriales. 

Lo que viene a decir es que el aumento de la complejidad normativa tiene efectos perniciosos sobre parámetros clave de la economía, como son la productividad de las empresas y los indicadores de innovación: registro de patentes, modelos de utilidad  y diseños industriales.

Gestionar la complejidad es caro y difícil, no sólo para el gestor (Administración) sino principalmente para el ciudadano/usuario. Se dice que la creación de leyes y normas otorga seguridad jurídica, pero el exceso de ellas, hasta el punto de que sea imposible de asimilar por nadie, genera inseguridad jurídica, pues a veces no es posible saber con certeza en un determinado momento si lo que estoy haciendo es acorde a la ley o no.

La complejidad normativa tiene además dos riesgos importantes que aumentan a medida que aumenta la complejidad:

  • Riesgo de inconsistencia entre las diferentes normativas, ya que con frecuencia existen puntos de intersección entre unas normas y otras, y el trabajo de comprobar la consistencia entre todas ellas aumenta con el número de normas y la extensión de las mismas, hasta el punto que la publicación de estas normas y su entrada en vigor ha de hacerse en ocasiones sin la suficiente verificación por motivos de plazos.
  • Riesgo de fosilización de las normas, las cuales, como todo en esta vida, tienen un periodo de máxima vigencia, pero que a lo largo del tiempo habrán de adaptarse a las necesidades socio-económicas del momento. Esto es de particular aplicación a las normas relacionadas con las TI, o a todas las normas en general que usen o puedan usar las TI. El esfuerzo de adaptar las normas a las necesidades cambiantes aumentará con el número y tamaño de las mismas, e igualmente aumenta el esfuerzo necesario para asegurar la coherencia normativa. La consecuencia directa es que los trabajos de adaptación se demorarán o postergarán cada vez más, y nos quedaremos en muchos casos con normativas fosilizadas.

Así que a este nivel también una simplificación de la complejidad normativa será sumamente beneficioso, no sólo para la Administración sino también y principalmente para la sociedad a la que sirve.

Simplificación y Gestión del Riesgo

Simplificar implica arriesgar. Arriesgar no es malo: el riesgo siempre existe. Es preferible asumir un riesgo conocido y calculado que hacer como si el riesgo no existiera. Supongamos que tenemos que cruzar una calle con bastante tráfico. Si no hacemos gestión del riesgo, tendremos que elegir entre no cruzarla o cruzarla con los ojos vendados (no hay riesgo, o es desconocido). Pero si gestionamos el riesgo, podremos elegir cuando y cómo cruzarla de forma que minimicemos el riesgo, y en todo caso, saber qué riesgo estamos asumiendo.

En última instancia hay que valorar el balance entre dos riesgos: el riesgo de simplificar y el riesgo de no hacelo, es decir, el riesgo de aumentar la complejidad, que también existe, como vimos antes.

La simplificación de procedimientos se puede aplicar, gestionando el riesgo, en muchos casos. A bote pronto, se me ocurren dos: la gestión de las subvenciones y la gestión de la contratación de las Administraciones.

Así por ejemplo, en la gestión de subvenciones, se intenta minimizar el riesgo derivado de una mala gestión, incluso de una gestión dolosa, y el posible fraude, estableciendo procedimientos muy garantistas, de forma que existen innumerables controles antes, durante, y después de la concesión y ejecución de la subvención. Esto está muy bien, pero todo control tiene un coste y sobre todo necesita tiempo, lo cual perjudica el fin mismo de la subvención, cuya oportunidad se devalúa, más o menos según los casos, con el paso del tiempo.

Lo que se podría hacer es evaluar el coste de todo este procedimiento, no sólo para las Administraciones sino también para los solicitantes de subvenciones, evaluar también la eficacia de la ayuda concedida en función de los plazos, y contrastar estos valores con otros posibles costes si se simplifican y agilizan los procedimientos, estableciendo en todo caso un grado de ineficacia máximo permisible. En esa ecuación, es posible encontrar optimizaciones de los procedimientos que maximicen la ecuación eficacia /riesgo asumido * coste total del procedimiento.

Otro ámbito en el que es posible obtener beneficios derivados de la simplificación es en la contratación pública. Los procedimientos de contratación actuales, al igual que en el caso de las subvenciones, son muy garantistas, para lo cual son complejos y farragosos. Lo que eso implica en términos de contratación son tres posibles efectos:

  • Reducción de la concurrencia, pues la dificultad de conocer el detalle de todos los trámites y requisitos que establecen las AAPP disuadirá a muchas empresas de intentar ofrecer sus servicios a las AAPP, en particular de las PYMES, que no suelen tener la infraestructura administrativa ni el know-how suficiente para contratar con la Administración. La reducción de la concurrencia implica, como es obvio, que se reducen las oportunidades de contratar el mejor producto con el presupuesto disponible en cada caso.
  • Encarecimiento de las ofertas, ya que de un modo u otro las empresas tienen que repercutir los costes derivados de ese esfuerzo adicional en los precios ofertados
  • Disminución de la eficacia del producto o servicio contratado, en particular en ámbito de las TI. En este ámbito, un plazo de contratación de, digamos, seis meses (cualquier concurso público lleva más tiempo), devalúa el producto o servicio notablemente, pues la evolución del mercado es tan vertiginosa que en muchos casos para cuando se entrega el producto seguramente ya habrá salido otro mejor o más barato.

En resumen, la simplificación supondrá, en algunos casos, el aumento de riesgos, pero esos riesgos pueden ser calculados y controlados, y la toma de decisiones que tenga los riesgos en consideración y que se enfoque a maximizar el objetivo final será mucho más eficaz que la filosofía de garantismo a ultranza.

Rediseñar la Administración mediante la simplificación

Resumiendo, la simplificación aquí propuesta es la reforma de los procedimientos, normas, leyes, mecanismos, y en definitiva lo que lleva el 90% del tiempo y del trabajo en las Administraciones, para, aplicando las TI, hacerlas más ágiles y eficientes para si mismas y, lo que es más importante, para los ciudadanos.

Si vamos a aplicar las TI, es mejor que el rediseño se haga desde cero, para evitar arrastrar los vicios y lastres actuales. Es importante evitar que se creen procesos o tareas específicos para justificar una determinada función o entidad, cosa que sucede con cierta frecuencia.

En el rediseño deben definirse las necesidades de entrada y salida de cada sistema, servicio, o procedimiento, los objetivos de salida (resultados), y las posibilidades de implementación por medio de las TI, y valorar los riesgos que se asumen en cada una de las diferentes opciones.

El rediseño de procesos debe hacerse pues con criterios de eficiencia, para lo cual el establecimiento de métricas es esencial.

La simplificación tiene que estar enfocado sobre todo hacia el ciudadano, teniendo en cuenta las posibilidades de reducción del número de trámites necesarios, de los plazos, de los datos y documentos que se piden para cada trámite.

La simplificación tiene un valor añadido puesto que genera seguridad y confianza del ciudadano hacia las Administraciones.

Aquí cerramos la propuesta de Simplificación, en el próximo artículo presentaremos la tercera propuesta para la mejora de las TI en la Administración.

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Primera propuesta: Factorización

(a*b)+(a*c)+(a*d)=a*(b+c+d)

Cuando empecé mi carrera profesional, en la entonces autodenominada «Empresa Nacional de Informática», me entregaron un cuaderno de notas en el que figuraba en el encabezado de cada página: «Secoinsa – Centro Operativo de Málaga», y luego un lugar para poner la fecha.

Años más tarde, antes de que mi empresa fuese vendida a la multinacional Fujitsu, cambiaron los cuadernos. Eran iguales, salvo que sólo ponía Secoinsa, pero donde antes ponía «Centro Operativo de Málaga» ahora había un espacio en blanco. Se ve que alguien pensó que era más fácil y barato pedir un sólo tipo de cuaderno corporativo que uno distinto por cada centro, y que, al fin y al cabo, siempre era posible, y no muy molesto, que se escribiese a mano el centro de trabajo, en lugar de venir preimpreso.

Lástima que no se les ocurriese dejar también el nombre de la empresa en blanco. Así, cuando pasamos a ser Fujitsu España, todavía los cuadernos habrían seguido siendo de utilidad.

En álgebra, la factorización es expresar un objeto o número como producto de otros objetos más pequeños (factores), que, al multiplicarlos todos, resulta el objeto original.

Las técnicas de concentración de esfuerzos mediante la utilización de factores comunes son de uso universal. De hecho la necesidad de la propia existencia de la Administración Pública podríamos entenderla como derivada, en gran medida, de la optimización que se produce por la dotación de infraestructuras y servicios de uso generalizado a toda la sociedad.

En este blog hemos abordado el tema en numerosas ocasiones, siempre desde el foco de la aplicación de las TIC en las Administraciones. Por citar sólo algunos artículos: Medidas horizontales para funcionarios (octubre de 2007, hace ya cuatro años), El plan de desarrollo de la LAECSP: una oportunidad perdida (febrero de 2008), La externalización en las AAPP: ¿Qué hay de las Agencias TIC? (marzo de 2009) y Un modelo de referencia para la provisión de servicios TIC en la AGE (julio de 2010).

De este último recuperaremos el diagrama, levemente modificado:

Como podemos ver, se ha eliminado toda referencia a las TIC, intencionadamente, así como las referencias expresamente organizativas o políticas, lo cual hace este modelo más general.

En este modelo podemos reconocer fácilmente los puntos o elementos susceptibles de factorización, representados por las zonas rojas, así como la necesidad de una coordinación y gestión unificadas (el coste de estos elementos debemos de cargarnos en el «debe» de la factorización) para que este modelo sea operativo.

Ejemplos significativos y conocidos de factorización en la aplicación de las TI a las AAPP son: en Infraestructuras Comunes, la red Sara; en Servicios Comunes Intermedios, @firma; y en Servicios Comunes Finales, y las notificaciones electrónicas a través de la Dirección Electrónica Habilitada, (DEH) a las que se accede a través del portal 060.

Desde luego, es un modelo simplificado, ya que no todo se puede factorizar. Un caso más próximo a la realidad sería expresado por la fórmula siguiente:

(a*b)+(a*c)+(a*d)+(e*f)+(e*g)+(h*i) = a*(b+c+d)+e*(f+g)+(h*i)

Es decir, en algunos casos habrá un factor común generalizado, en otros parcial, y en otros no se podrá realmente aprovechar mucho de la factorización.

Además, cuanto más nos acercamos a la realidad, más dificultades vemos en la aplicación de este modelo o estrategia. Una primera dificultad viene derivada del fenómeno de la insularidad del sector público, que según define perfectamente Mario Waissbluth, en su artículo Sistemas Complejos y Gestión Pública (gracias a Carlos Gonella por darme la referencia) es:

Entenderemos por “insularidad” la generalizada tendencia de grandes organizaciones y sistemas, particularmente públicos, a generar en su interior “islas autónomas” con agendas propias, con las consecuentes falencias derivadas de la ausencia de coordinación y propósitos superiores comunes. En conjunto con la carencia de indicadores de desempeño oportunos, relevantes y confiables, esta es la patología más frecuente del sector público… 

De modo que, efectivamente, en este caso se demuestra que decirlo es mucho más fácil que hacerlo. Aplicar la factorización no es fácil pues va a chocar con tres importantes obstáculos: el primero, el derivado de todo cambio que requiere, tanto un impulso reformador como un análisis y diseño inteligente de esta reforma, en otras palabras, hacer trabajar a la vez al lado izquierdo y derecho del cerebro; el segundo porque la situación de partida, con una importante inter e intra fragmentación en las Administraciones Públicas Españolas no favorece la obtención y aplicación de factores comunes; y el tercero, el obvio: en una situación de franco restricción presupuestaria como la actual ,cualquier cosa que necesite un mínimo de dinero extra, tiene muy pocas posibilidades de salir adelante.

No es que no se haya hecho ni se esté haciendo nada; más bien al contrario. Pero da la sensación de que la labor de coordinación que están realizando los Organos Colegiados con competencias en TI, basada fundamentalmente en el ámbito normativo, no es suficiente.

Así, por ejemplo se están haciendo muchos esfuerzos en el campo de la interoperabilidad. Hace poco se publicaban las Guías de aplicación de la Norma Técnica de #Interoperabilidad por el Centro de Publicaciones del MPT. Pero la interoperabilidad viaja en dirección opuesta a la factorización. No es que la interoperabilidad no sea buena y necesaria. Pero convendréis conmigo en que cuanto más aplicamos la factorización, menos tenemos que aplicar interoperabilidad. Aún siendo complementarias ambas actividades, el tiempo y la experiencia demuestran que no todo se puede resolver mediante la estandarización y la normalización.

Por otro lado, no cabe duda de que desde la DG para el Impulso de la Administración Electrónica se están haciendo visibles y loables esfuerzos de factorización, que justamente hemos comentado anteriormente. Pero tenemos serias dudas de que el modelo de funcionamiento de estos servicios sea sostenible y escalable. Ya lo dijimos en el artículo ¿Puede morir de éxito la Administración Electrónica?.

El principal problema que, en mi opinión, se enfrenta este modelo es que es un modelo de uso «gratis», lo que hace muy difícil la sostenibilidad económica del mismo, y mucho menos su escalabilidad para cubrir el incremento de la demanda que se está produciendo continuamente. El modelo de prestación de servicios desde un Ministerio a otros tendría que ser revisado, en particular la forma de financiación de estos servicios, pues no es posible sostener estos servicios únicamente gracias a los esfuerzos de buena voluntad, más allá de un mero esfuerzo demostrativo.

Por ello, en su momento, la herramienta de factorización que se propuso desde este blog, la Agencia de Infraestructuras y Servicios TI, hubiese sido una buena solución; pero no se abordó con las vacas gordas, y ahora con las vacas flacas parece completamente imposible abordar el esfuerzo y coste que supondría inicialmente, aunque a medio y largo plazo supondría importantes ahorros.

Descartadas estas posibles soluciones, ¿qué otras nos quedan?. Desde luego se pueden abordar soluciones parciales. Así por ejemplo, se ha venido barajando la posible creación de una «Nube Privada de la Administración» que integrase las infraestructuras de los numerosos CPD de la AGE.

Desde luego, esta propuesta llega a parecer muy asumible, ahora que tanto se habla de las nubes por doquier. Incluso se ha planteado si alguna entidad pública de la AGE podría crear esta nube y prestar ese servicio, con las suficientes garantías, con modelos de facturación asumibles y sostenibles, evitando de paso que el núcleo de las TI pase a estar controlado por manos privadas.

Sin embargo, no está claro que la «nubelización» de los CPD de la Administración sea posible a corto plazo. La mayoría de los sistemas de información todavía no están preparados para pasar a un entorno virtual. A medio plazo, y con la planificación y recursos adecuados, se podrá hacer una nubelización parcial, pero aún seguirá siendo necesario el mantenimiento de algunos sistemas de información, servidores, y cacharrería de todo tipo, en los CPD actualmente existentes. Un proyecto que persiga la completa eliminación de un porcentaje significativo de los CPD de la AGE se prolongará con seguridad más de una legislatura, incluso aunque esté bien diseñado, tenga los recursos necesarios, y se ejecute con éxito.

Precisamente, si queremos abordar este planteamiento con éxito, hay que ser muy cuidadoso, pues como hemos visto hay dificultades que no son únicamente tecnológicas, sino de coyuntura, de cultura y de entorno.

Sabemos que la estrategia de factorización es positiva, pero para que podamos abordarla con éxito, no es posible abordarla sola. Es preciso acompañarla de otras estrategias que…

… veremos en próximos artículos.

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NB: Con este artículo iniciamos una serie de cuatro, que se compone de tres propuestas de carácter estratégico para la mejora de las TI en la Administración, y una coda o resumen final. Desde aquí quiero agradecer a l@s compañer@s que han colaborado conmigo en la concepción y en las revisiones y comentarios de los mismos.

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Administración Electrónica Mejora de la Administración

El papel de las Tecnologías de la Información en la Administración Pública

En un artículo anterior preguntábamos si puede morir de éxito la Administración Electrónica. En otras palabras, si es sostenible un crecimiento contínuo de los servicios TI internos y externos de las Administraciones, con un constante decrecimiento de los fondos y recursos que la soporta.

Desde luego, la respuesta no es fácil. Lo sé. Una aproximación lineal al problema nos lleva sin dudarlo a la catástrofe. Por eso, es necesario pensar en otros términos. Para encontrar líneas de solución a la pregunta, no tenemos más remedio que dedicarnos a pensar fuera de la caja.

Para ello, haremos un poco de historia.

Entré en la Administración en el año 1993. A mi llegada al Ministerio de Industria, bastante avanzado para la época, cada funcionario tenía un ordenador con Windows 3.11, conectado a una red local con servicios comunes de ficheros e impresoras. Había varios servidores Unix, a los que se accedía por medio de un programa de emulación de terminal, a través de una pasarela. Incluso teníamos un Mainframe, un UNIVAC 1100, que ocupaba medio CPD. Pero Internet no existía, y el correo electrónico estaba en sus comienzos. Los expedientes se manejaban siempre en papel.

La «Administración Electrónica» no existía.

Desde luego, la informática de entonces a hoy en la Administración Pública ha cambiado mucho. Ahora tenemos Internet y Correo electrónico, tenemos aplicaciones de tres capas, y gestionamos documentos virtuales presentados en ventanillas virtuales y firmados electrónicamente.

Tenemos una ley que da validez legal a todas estas operaciones electrónicas, con un importante desarrollo reglamentario, que además incluye los Esquemas Nacionales ENI y ENS.

Tenemos un importante despliegue de servicios internos y externos, y un confínuo incremento de uso de los mismos.

Todo esto lo tenemos, pero, ¿ha cambiado algo el papel que desempeñan estas tecnologías, y su gestión, en la Administración Pública?

A mi me parece que no.

Cuando hemos pasado del expediente «papel» al expediente electrónico, hemos hecho una correspondencia entre ambos, prácticamente literal. Del mismo modo usamos la firma electrónica, como un reemplazo de la firma y sello manual.

Los procedimientos y los trámites se realizan exactamente igual que antes, solo que ahora son «electrónicos». Seguimos teniendo un Registro Electrónico por cada organismo, al igual que hay un registro físico de ventanilla. Los Ministerios y organismos siguen teniendo su CPD con su informática corporativa, como antes, y gestionada por las unidades con rango de Subdirección General, exactamente igual que hace 18 años.

Las leyes, reglamentos y normas se siguen elaborando ignorantes de sus posibilidades de aplicabilidad tecnológica, exactamente igual que si tal tecnología no existiese. Eso sí, luego se elaboran leyes de «equivalencia» entre el mundo físico y el mundo electrónico, para pemitir su aplicación mediante TI.

Pero esto no es ni mucho menor sorprendente; de hecho, yo ya sabía lo que podía pasar cuando entré en la Administración (aunque me he resistido a creerlo durante mucho tiempo). Os cuento.

Cuando estudié la oposición, me compré un libro titulado «Management Information Systems» (segunda edición, Keneth C. Laudon and Jane P. Laudon, 1991) el cual en su capítulo 4.5 «La resistencia de las organizaciones al cambio» dice (se trata de una traducción libre actualizada):

Sucede a  menudo que la puesta en marcha de un sistema (conseguir que el sistema funcione como está diseñado), es mucho más difícil de lo previsto. De hecho, muchos fallos del sistema son debidos a la exitosa resistencia organizacional.

Todos los modelos descritos en esta sección tienen una característica en común: la conclusión de que la aplicación de los sistemas es difícil puesto que implica cambios en la organización. En pocas palabras:

• Las organizaciones no innovan a menos que haya un cambio sustancial del entorno; las organizaciones adoptan las innovaciones sólo cuando se ven obligadas a hacerlo.

• Las fuerzas de la resistencia al cambio están arraigadas en las estructuras, los valores y los grupos de interés (la cultura) de la organización.

• La innovación organizacional es mucho más difícil y compleja que la simple compra de tecnología. Para cosechar los beneficios de la tecnología, debe ser utilizada y administrada correctamente. Esto, a su vez, implica cambios en los valores, normas, y las alineaciones de los grupos de interés de la organización. El cambio real siempre implica una lucha sobre quién hace qué, dónde, cuándo y cómo.

• Los líderes deben aprovechar las circunstancias externas para afianzar su fuerza y usar las oportunidades externas para inclinar el conflicto interno de una organización y conseguir el desarrollo exitoso de las agendas.

En definitiva, y ahora en mis propias palabras:

  • Si queremos que la Administración mejore por medio de las Tecnologías de la Información, es imperativo replantearse ya seriamente su papel.
  • Este replanteamiento debe llevar aparejados importantes cambios organizativos y de cultura sobre el funcionamiento de las Administraciones.
  • Es preciso que el cambio sea dirigido por líderes fuertes y con visión.
  • Este cambio necesariamente se planteará a medio y largo plazo.

Pero ¿cómo hacerlo?.

Daremos algunas ideas en próximos artículos.

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¿Qué es la productividad (del empleado público)?

A finales de agosto, una serpiente de verano (aunque no la última) recorrió la red: el gobierno estaba pensando en bajar de nuevo la productividad de los funcionarios. Se refería, por supuesto, a bajar el importe del complemento de productividad. Para los no iniciados, recomiendo la lectura de  un excelente artículo que Sevach escribió  hace poco más de un año titulado Del complemento de productividad bajo libertad vigilada donde pasa revista a las dificultades de aplicación de forma objetiva tan escurridizo concepto.

El artículo de Sevach desde luego pone el dedo en la llaga: definir “el especial rendimiento, la actividad y la dedicación extraordinaria, el interés o iniciativa con que se desempeñen los puestos de trabajo, siempre que redunden en mejorar el resultado del mismo” con parámetros objetivos es prácticamente una misión imposible. De modo que, finalmente, el complemento de productividad se viene estableciendo en la mayor parte de los casos como una cantidad que se calcula según una doble variable, el nivel de un determinado puesto de trabajo y el horario del mismo.

Según una interpretación simplista, aunque aparentemente paradójica, si se baja la productividad de los funcionarios (el complemento de productividad, en realidad), estamos aumentando la productividad real de los funcionarios, pues estarán trabajando lo mismo (nivel/horario), pero cobrando menos. O sea, son más productivos.

Este mismo el razonamiento está detrás de la decisión de la Comunidad de Madrid de aumentar las horas lectivas semanales de los profesores. Si consideramos que las horas lectivas son la variable que determina el «output» (resultado) del trabajo de estos profesionales, y si aumentamos el «output» manteniendo el «input» (su sueldo), en realidad están siendo más productivos. ¿Razonamiento impecable?. Veremos.

Estas consideraciones nos llevan a hacernos la siguiente pregunta: ¿Podemos medir la productividad del empleado público?. La cual nos lleva irremediablemente a preguntarnos ¿Qué es realmente la productividad?. Como veremos, la productividad no es una sola cosa sino muchas y muy diferentes.

Santa Wikipedia define productividad como «la relación entre la producción obtenida por un sistema productivo y los recursos utilizados para obtener dicha producción«.

Esta definición es de aplicación relativamente simple en una empresa, o también en algunos de sus procesos productivos, pues basta con convertir los recursos y la producción a términos monetarios, lo cual forma parte de la actividad diaria  de la organización. Sin embargo, resulta de aplicación mucho más difícil en las Administraciones Públicas (y en general en las actividades sectoriales «de no mercado»), pues, siendo posible calcular el coste de los recursos empleados (los «inputs») es mucho más difícil calcular, en términos monetarios, los resultados (los «outputs»), pues habitualmente los servicios de las AAPP no se venden, se prestan, sin que el ciudadano tenga que realizar un pago a cambio. Esto es así por ejemplo en la educación, en la sanidad, en la justicia…

Y ello a pesar de los intentos de «visualizar» al ciudadano el valor de los servicios que recibe sin pagar, como la que hace poco empezaba en la Cirugía Mayor Ambulatoria de La Paz de Madrid entregando facturas informativas por los servicios prestados. Porque, incluso en este caso, ¿cómo calculan estas facturas?. ¿Se trata de una repercusión de costes, directos e indirectos de los servicios?, o más bien, ¿una estimación de precios de mercado basado en servicios similares del  sector privado?

En el primer caso, la productividad del servicio de Cirugía Mayor de La Paz sería exactamente 1 (la unidad), que es lo que habitualmente se atribuye a los servicios públicos. Pero en el segundo caso, la hipotética productividad sería una cifra (precio de la factura / costes de recursos) fundamentalmente errónea, pues es dudoso que el paciente del servicio público hubiese en cualquier caso acudido a la sanidad privada por ese coste para el mismo servicio.

Así, en el proceso de estudio que he realizado al escribir este artículo, he dado con un artículo de Antonio Arias, fechado en el 2007, y titulado La productividad del funcionario. El artículo, cuya lectura recomiendo, hace una referencia al libro La Administración Pública que España necesita ( el cual se puede descargar íntegramente en PDF). Este libro aborda de manera decidida una serie de propuestas para la mejora de la productividad del sector público español, con especial hincapié en el uso de las TI para mejorar esa productividad. Hasta ahí, completamente de acuerdo. Sin embargo, en la página 25 dice:

Este marco de análisis no está exento de cautelas, sobre todo por el sentido mismo de la medida de la «productividad» del sector público. Muchas de sus actividades no son cuantificables, como la diplomacia, la justicia o la defensa. Además, incluso en aquellos casos en que esta actuación se puede cuantificar (como la sanidad o la educación), habitualmente no se puede convertir en valor añadido al ser «servicios de no mercado» y no disponerse de la variable precios, lo que distorsiona el análisis de la productividad. Así, por ejemplo, en el caso de la sanidad, el número de pacientes tratados sería un indicador obvio de su output.

Ello implicaría que cuantos más pacientes se traten, más productivo sería el sector. En cambio, para la sociedad sería más adecuado analizar el impacto de los tratamientos sobre la esperanza y la calidad de vida de los ciudadanos, desde una perspectiva intertemporal. La complejidad de estas alternativas explica que en la mayoría de sistemas estadísticos internacionales el output se mida en función de los inputs, esto es, su actividad se tiende a medir en función del coste imputado en la provisión del servicio.

Como consecuencia, es habitual que el debate público se centre en una discusión sobre cómo reducir los costes (cómo reducir el gasto en la plantilla de médicos, en el ejemplo citado), en lugar de sobre cómo proveer a los ciudadanos de los servicios que demandan.

Vamos a explicar un poco lo que quieren decir estos párrafos.

En macroeconomía, es corriente utilizar una definición de productividad muy particular, que es el «GDP per hour worked«, o sea el PIB dividido por el total de horas trabajadas en un país. En estos términos se dan los indicadores de productividad de la OCDE, como el que muestra la propia Wikipedia:

Productividad por paises en 2007, según OCDE

Al leer este gráfico, debemos interpretar que, en promedio, cada hora trabajada en España en 2007 generaba producto por valor de 41 dolares USA. Esta medida de la productividad tiene la virtud de que permite comparar de forma fácil a los diversos países entre sí, y de este modo es como se usa, tanto por los economistas, los políticos, y los medios de comunicación.

Pero hay que ser muy cuidadoso cuando aplicamos este indicador a las AAPP. Como ya vimos antes, en este caso, los valores no reflejan el resultado del trabajo de los funcionarios, sino su coste (directo e indirecto). Según los estudios de la Universidad de Groningen, en los que se basa el estudio «la Administración Pública que España necesita», en efecto la inclusión de los «servicios de no mercado», que incluyen los prestados por las AAPP, en el cálculo de la productividad macroeconómica tiene un fuerte efecto distorsionador del indicador. (véase GGDC Productivity Level Database: International Comparisons of Output, Inputs and Productivity at the Industry Level, Research Memorandum GD-104, páginas 33 y 43).

Esto significa que, si, por ejemplo, bajamos el sueldo de los funcionarios, la productividad de las AAPP (medida según el indicador OCDE «dólares por hora trabajada») baja, cuando intuitivamente debería subir, pues se supone que se sigue prestando el mismo servicio con un menor coste.

En realidad, la productividad de los funcionarios de la AGE, medida con criterios microeconómicos, que son los que intuitivamente entendemos todos, ya lleva tiempo aumentando. Y esto es así porque las políticas de reducción de personal funcionario, desde hace ya varios años (por ejemplo se puede ver en la oferta de empleo público para 2011), hace que a medida que pasa el tiempo se disponga cada vez de menos personas para hacer el mismo trabajo, lo cual es también un aumento de productividad neta, ya que se han reducido los costes.

En definitiva, y para concluir este largo artículo pos-vacacional, mis conclusiones:

  • Hay que desconfiar de cualquier artículo, informe, declaración, ley o comentario que hable de la productividad de los funcionarios, y especialmente si da cifras, puesto que:
  • No existe ningún indicador fiable de productividad de los servicios, o del personal que los presta, que sea homologable entre las distintas Administraciones Públicas, y menos aún en comparación con las industrias o empresas de una nación.
  • Pero a pesar de ello es especialmente importante abordar de una vez una auténtica medida de la productividad de las Administraciones Públicas, de sus procesos, que generan servicios públicos, y de los propios empleados públicos, ya que es la única forma en que podemos de verdad mejorar la productividad en las AAPP en todas las diversas facetas y sabores, en lugar de limitarnos a bajar los sueldos, la plantilla, o los medios, y dar por mejorada automáticamente una supuesta productividad que no mide los resultados del servicio público.
  • Dicho esto, reconozco que es muy difícil. Desde luego las medidas de productividad significativas no serán homologables entre diversos sectores, como pueden ser, sanidad, educación o justicia; porque no se pueden establecer en términos monetarios, sino en valores que reflejen la cantidad y calidad de los servicios prestados, la facilidad de acceso a los mismos, los plazos en los que se prestan estos servicios, etc, etc.
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El camino hacia IPv6 (III): La larga marcha

El desierto a veces se componía de arena y otras veces de piedra. Si la caravana llegaba frente a una piedra, la contorneaba; si se encontraba frente a una roca, daba una larga vuelta. Si la arena era demasiado fina para los cascos de los camellos, buscaban un lugar donde fuera más resistente. En algunas ocasiones el suelo estaba cubierto de sal, lo cual indicaba que allí debía de haber existido un lago. Los animales entonces se quejaban, y los camelleros se bajaban y los descargaban. Después se colocaban las cargas en su propia espalda, pasaban sobre el suelo traicionero y nuevamente cargaban a los animales. Si un guía enfermaba y moría, los camelleros echaban suertes y escogían a un nuevo guía.

Paulo Coleho, El Alquimista

Hemos visto hasta ahora cómo el éxito de internet ha comprometido el futuro de su elemento básico, el protocolo IP (v4),  y cómo el nuevo protocolo IPv6 ya está preparado para resolver las limitaciones del anterior y que por ello hay que aplicarlo cuanto antes.

Pero, ¿cómo hacerlo?

Vamos primero a pintar el esquema básico de una comunicación en Internet:

Como vemos en este dibujo, para que podamos usar IPV6 tiene que estar instalado y funcionar en tres elementos: el cliente, el servidor, y en la red, o al menos en el tramo de la red necesario para ir de uno a otro.

En el caso del cliente, los sistemas operativos actuales ya lo tienen instalado, y en la mayoría, activado por defecto. ¿Quieres saber si tu ordenador tiene instalado IPV6 y está activado?. Abre una ventana de comandos y escribe: PING ::1, y tal y como yo acabo de hacer, me ha salido lo siguiente:

Así que, en los PC, está todo preparado. ¿Y en los servidores?. En los servidores también, la mayoría de ellos tienen también instalado IPv6, aunque no activado por defecto.

Así que lo que falta es que la red, los operadores, y también las redes empresariales, lo activen. En palabras, de nuevo, de Jordi Palet:

En general, la mayoría de las redes de los operadores modernos, si tienen equipos con menos de 4-5 años de antigüedad, están más que preparados para soportar IPv6, y es más cuestión de formarse y activar IPv6 en dicha red, con la debida planificación, que de reemplazar equipos, que suele ser una parte casi despreciable del presupuesto.

Activar IPv6 no es una migración; no hay que quitar un protocolo para poner el otro. Ambos convivirán, y poco a poco el tráfico de IPv4 irá disminuyendo a medida que aumenta el de IPv6.

Las medidas de impulso para esta transición se vienen desarrollando cada vez con más frecuencia. Una de las más conocidas es el Día Mundial de IPv6 (World IPv6 Day), celebrado el pasado 8 de junio. En el artículo What Did IPv6 Day Teach Us? se señala que aún estamos muy lejos de la adopción masiva: sólo uno 0,2% del tráfico de Internet actual es IPv6. Curiosamente, la principal aplicación consumidora de IPv6 es Bit Torrent, que genera la mitad del tráfico, pues usa TEREDO, un protocolo de encapsulación de de IPv6 en IPv4.

Y ¿qué estamos haciendo en las AAPP para apoyar la transición?. Quizás la medida más importante es El Plan de fomento para la incorporación del protocolo IPv6 en España. Las 10 medidas de este plan son:

  1. Incorporación de IPv6  servicios de Internet del MITYC y en el portal 060 (www.060.es).
  2. Portales de difusión sobre el protocolo IPv6: www.ipv6.es y en el portal administracionlectronica.gob.es, sección Transición a IPv6
  3. Jornadas formativas gratuitas sobre IPv6 y ayudas a la formación IPv6 dentro del Plan Avanza 2.
  4. Fomento de la colaboración público – privada para actuaciones de difusión de la información o de formación sobre el protocolo IPv6
  5. Ayudas a proyectos técnicos de incorporación de IPv6 dentro del Plan Avanza 2.
  6. Pleno funcionamiento del protocolo IPv6 en el DNS del indicativo territorial “.es”.
  7. Creación de un “Grupo de Trabajo para la incorporación del protocolo IPv6”
  8. Impulso de la incorporación del protocolo IPv6 en las Administraciones públicas a través de los órganos colegiados responsables de la Administración Electrónica, incluida la actualización del el Plan de direccionamiento e interconexión de redes de la Administración y las Normas Técnicas de Interoperabilidad.
  9. Incorporación de IPv6 como requisito en la compra pública.
  10. Seguimiento y coordinación de eventos europeos e internacionales en relación con la incorporación de IPv6

Según me comenta Emilio García, ya se está trabajando en la actualización del Plan de Direccionamiento, que además incluirá la convivencia entre IPv4 e IPv6. No conozco ningún detalle de esos trabajos, pero me gustaría que, como he comentado anteriormente, el nuevo plan se diseñe con carácter geográfico y no orgánico, lo cual sin duda facilitará no sólo la transición hacia IPv6, sino también la transición hacia el nuevo gobierno que saldrá de las urnas el 20 de noviembre próximo.

Hasta que llega todo ésto, ¿qué podemos hacer cada uno de nosotros en nuestra organización?. Según dice el artículo Las Administraciones Públicas y la transición entre IPv4 e IPv6, las acciones más recomendadas son:

  • Realizar un inventario de las capacidades IPv6 previamente desarrolladas, técnicas y humanas
  • Definir un perfil de equipamiento de adquisiciones compatible con IPv6
  • Implantar la obligación de cumplir el perfil definido en todas las adquisiciones
  • Hacer visibles los servicios públicos desde las conexiones IPv6

En ese sentido es interesante la referencia que publica el MITYC en su Proyecto de implantación del protocolo IPv6, donde describe en detalle los aspectos técnicos de su proyecto.

En fin, un largo camino todavía, que seguramente se medirá en décadas. Por eso es importante que las acciones a desarrollar en las AAPP sean constantes y acordadas entre los sucesivos gobiernos, de forma que podamos llegar prontamente a buen puerto, y al mismo tiempo con el menor esfuerzo posible.

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Las posibilidades del Teletrabajo en las AAPP

Una de las posibilidades que ofrece la tecnología para mejorar la productividad de los empleados, reducir costes, y al mismo tiempo ayudar a conseguir lo que algunos llaman «La mejora del retorno en la vida» es el Teletrabajo. De los muchos estudios recientes al uso, el más serio que he encontrado se denomina Telework in the European Union, y en él se reflejan interesantes informaciones:

  • El teletrabajo es un fenómeno en constante crecimiento, habiéndose incrementado desde un 5% en 2000 hasta un 7% en 2005 el número de empleados que teletrabajan un mínimo de un 25% de su tiempo.
  • En el caso de España el incremento fué mayor, desde menos de un 2% en 2000 hasta un 7% en 2005
  • España está a un nivel similar a la media europea en la implantación del teletrabajo.
  • La implantación del teletrabajo en las Administraciones Públicas a nivel europeo también se sitúa en la media (el famoso 7% de teletrabajo parcial)

No cabe duda de que, en principio, muchas tareas que realizan las Administraciones Públicas parecen especialmente apropiadas para ser realizadas en modo teletrabajo, ya que se trata de operaciones completamente informatizables, cuya realización es medible y tasable, y que, dadas unas instrucciones y normas claras, su realización se puede llevar a cabo con un alto grado de autonomía por el empleado público. En los dos últimos destinos que he desempeñado como funcionario se desarrollaban tareas cuya realización se adapta perfectamente a un modelo de teletrabajo: la gestión y evaluación de expedientes de subvenciones del Plan Avanza, y los procedimientos de examen de Patentes y Marcas, son buenos ejemplos de ello.

Si esto es así, ¿porqué aún no se está aplicando de forma generalizada el Teletrabajo en las Administraciones Públicas?

Nos recordaba hace poco Andrés Nin que fué Jordi Sevilla el principal impulsor del teletrabajo en la Administración General del Estado, en primer lugar mediante la publicación de la ORDEN APU/1981/2006, de 21 de junio, por la que se promueve la implantación de programas piloto de teletrabajo en los departamentos ministeriales, en la que se realiza la definición de teletrabajo siguiente:

A los efectos de esta Orden, se entenderá por teletrabajo toda modalidad de prestación de servicios de carácter no presencial en virtud de la cual un empleado de la Administración General del Estado puede desarrollar parte de su jornada laboral mediante el uso de medios telemáticos desde su propio domicilio, siempre que las necesidades del servicio lo permitan y en el marco de la política de conciliación de la vida personal y familiar y laboral de los empleados públicos.”

A raíz de esa orden, en septiembre de 2006, se publica el MANUAL PARA LA IMPLANTACIÓN DE PROGRAMAS PILOTO DE TELETRABAJO EN LA ADMINISTRACIÓN GENERAL DEL ESTADO

La Ley 11/2007 incluyó una disposición por la cual El MAP, en colaboración con los MEH, MITYC y MTAS, debían regular antes del 1 de marzo de 2008 las condiciones del teletrabajo en la Administración General del Estado,pero desgraciadamente, esta regulación todavía no se ha producido en España.

Es conocido que el teletrabajo puede ofrecer numerosas ventajas, tanto para la empresa como para el trabajador, e incluso beneficios para la sociedad en general:

  • Ahorros para las empresas de costes de edificios e infraestructuras.
  • Mejora de la productividad de los empleados gracias a la introducción de un modo de trabajo por objetivos, alejado del mero presencialismo.
  • Mejora de la disponibilidad de los trabajadores para trabajar (tormentas de nieve que impiden ir al trabajo, huelgas de transportes, etc.)
  • Mejora de la calidad de vida de los trabajadores (ahorro de tiempo y costes de desplazamiento) lo que genera mayor productividad y satisfacción con la empresa.
  • Beneficio social: Sostenibilidad a través de la utilización de tecnología para reducir las emisiones de CO2. Aprovechamiento de infraestructurass, carreteras, etc. Reducción de los atascos.

En la wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Teletrabajo) se señalan otras ventajas y desventajas del teletrabajo.

Efectivamente, en USA han tomado la delantera, no sólo con la firma por Obama el 9 de diciembre de 2010 del “The Telework Enhancement Act of 2010” (Public Law No: 111–292), sino con el lanzamiento sendas experiencias de teletrabajo en cuatro agencias federales, recogidas en el informe Implementing Telework: Lessons Learned from Four Federal Agencies. Las principales recomendaciones de este informe son:

Establecimiento de planes y políticas

  • Recomendación uno: Los organismos deben desarrollar  un Plan integral de teletrabajo para su organización antes de julio de 2011.

  • Recomendación dos: Los organismos deben desarrollar políticas de teletrabajo claras y por escrito y acuerdos de teletrabajo.

  • Recomendación tres: La formación para empleados y directivos debe recibir prioridad en la aplicación de la nueva ley.

Administrar en un entorno de teletrabajo

  • Recomendación cuatro: Los organismos deben desarrollar medidas eficaces para asegurar el rendimiento [de los teletrabajadores].

  • Recomendación cinco: los gestores deben basar evaluaciones individuales basadas en rendimiento, no en presencia.

  • Recomendación seis: los organismos deben poner mayor atención en la «gestión por resultados«, y los gestores tendrán que administrar de forma proactiva.

  • Recomendación siete: Los gestores deben supervisar  el rendimiento de los empleados basado en resultados medibles.

  • Recomendación ocho: Los gestores deben adoptar un estilo de gestión más proactiva e «incluyente».

Proporcionar tecnología para teletrabajadores

  • Recomendación nueve: Los organismos deberían incluir el coste de las tecnologías para teletrabajo en los presupuestos, pero deben permitir a los empleados utilizar sus propios equipos cuando sea práctico.

  • Recomendación diez: los organismos deben concentrarse en las cuestiones de seguridad cuando apliquen las nuevas políticas de teletrabajo.

¿Es posible el teletrabajo en la Administración Española, aunque no se disponga de una ley reguladora como en el caso de USA?. Por supuesto. Aunque no necesariamente vaya a ser fácil, y al menos al principio no podrá ser desarrollado de forma generalizada.

El principal escollo será sin duda el cambio de la concepción de una gestión de los trabajadores orientada a la presencia (física) a una gestión basada en resultados, con independencia de la presencia física (o virtual). Hace poco, en un programa de la tele, el Follonero criticaba la costumbre de tomar café de los funcionarios. Si el resultado de su trabajo se midiese con independencia de donde o cuando se toma un café el funcionario, tal crítica no tendría ningún sentido.

Así pues el teletrabajo se podrá implementar en primer lugar en los tipos de trabajos o funciones que:

  • Tengan bien definidas sus actividades
  • Las operaciones a realizar puedan ser realizadas todas «electrónicamente»
  • Se pueda cuantificar la ejecución de su trabajo según métricas de resultados que sean principalmente de carácter objetivo, no ligadas al tiempo empleado en realizarlas.

Está claro que el alejamiento físico del teletrabajador implica mayor independencia y también tiene riesgos. No todo va a salir bien, ni va a ser igualmente adecuado para unas personas como para otras.

Por eso es buena idea comenzar proyectos piloto de teletrabajo, que vayan abordando poco a poco las posibilidades y que vayan ampliándose a medida que se comprueben los resultados positivos y se vayan resolviendo los problemas que se planteen.

Para terminar, os ofrezco un pequeño análisis DAFO sobre las posibilidades del teletrabajo en las AAPP:

Teletrabajo en las AAPP

Fortalezas Oportunidades
  • La materia prima de las AAPP es, con mucha frecuencia, la información
  • Generalmente, las funciones están bien definidas
  • Existen numerosas tareas administrativas medibles y tasables
  • Muchas unidades administrativas tienen un nivel de implantación tecnológica suficientemente avanzado para permitir la implantación del teletrabajo
  • Aumento de la productividad, la eficiencia y el rendimiento
  • Reducción de costes
  • Mejora del retorno personal de los empleados públicos
  • Ejemplificación de las posibilidades del teletrabajo y de la forma de aprovecharlas para el resto de organizaciones y empresas españolas
Debilidades Amenazas
  • Gestión del trabajo orientado a presencia, no a resultados
  • Temor a perder el control de los empleados si no acuden a la oficina
  • Coste de infraestructuras y dispersión de centros de cálculo de las AAPP
  • Dificultad de mejora de productividad de los trabajadores si no se orienta a resultados
  • No todos los empleados pueden aprovechar por igual las ventajas del teletrabajo.
  • Presión hacia la externalización de servicios, con la justificación de que un servicio externalizado es más productivo
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Evento sobre Redes Sociales de SOCINFO

Como quizás sepáis, ayer asistí al evento de la Fundación SOCINFO sobre Redes Sociales, Wikis Colaborativas, y Compartición del Conocimiento. Aunque la presentación utilizada en mi ponencia ya fué compartida por la web de la fundación, como viene siendo habitual, la he publicado también en Slideshare. Aquí está:

Técnicamente, hay un par de novedades de interés. La primera es que en esta presentación he usado las herramientas gratuitas Powerpoint Twitter Tools de SAP. Estas herramientas, bastante fáciles de usar, permiten integrar las presentaciones de powerpoint con Twitter, dándole más interactividad y conexión con la red social del evento.

En concreto, he usado un plugin para powerpoint que permite transmitir un tweet al pasar cada transparencia simplemente escribiendo en la página de notas del orador el texto deseado encerrado entre los tags [twitter] y [/twitter]. Funcionó bastante bien, aunque tenía un pequeño problema con eñes, acentos, etc. pero es de indudable utilidad.

La segunda de las herramientas utilizadas fué un componente insertado en la última página que realizaba una búsqueda por tag en twitter mostrando los resultados, y en el cual se pueden ver los comentarios y preguntas planteadas al usar un hashtag determinado. Este también funcionó bien, aunque algunos asistentes usaron #SOCINFO en lugar de #eFuncionario como yo había propuesto, pero en definitiva, otra pieza a reutilizar en el futuro.

Otra novedad técnica es la incorporación en una de las transparencias de un gráfico creado con la herramienta para mapas mentales MINDMEISTER, con la cual he creado un mapa mental de mi artículo «Las Administraciones ante las redes sociales» disponible en http://www.mindmeister.com/es/91258840/aapp-y-redes-sociales. Se trata de otra herramienta gratuita, en red y en castellano, que permite crear mapas de ideas de forma colaborativa, encontrado gracias al blog de Microlópez.

En cuanto al fondo de mi presentación, obviamente incorpora las mismas 10 ideas que elaboré hace un año, pero además he incluido un prefacio sobre el fenómeno de los blogs y de las redes sociales inspirado en parte en el artículo ya referido, y con la incorporación de un gráfico de tipo «círculo virtuoso» en el cual describo el proceso mental que me anima a seguir manteniendo un blog. Este es el gráfico:

Lo cierto es que es un ejemplo típico de un ciclo de mejora contínua, con una nueva incorporación: el elemento social. La red de intercambio de ideas permite la mejora de la idea inicial y su contraste, lo cual resulta en un beneficio tanto para el promotor como para el resto de participantes, e incluso de los escuchantes, la «mayoría silenciosa».

El evento, además, tuvo interesantes intervenciones:

Desde luego, una mañana provechosa y muy bien empleada.

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De las cosas que el ciudadano no entiende: el I.V.T.M.

Hoy me ha llegado la carta del Ayuntamiento de Madrid con el requerimiento de pago de algo denominado Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica,  I.V.T.M. para los amigos. Al abrirlo me he llevado un pequeño susto: a pagar 137 euros del ala. Acabo de cambiar de coche, y el impuesto del año pasado recordaba que era algo así como 65 euros. El coche es prácticamente igual al anterior: misma marca y modelo, aunque con un motor ligeramente mayor que el anterior: 1700 cc.

La explicación parece estar en la parte trasera del requerimiento de pago, que muestra una tabla como ésta:

CVF Tarifa
De menos de 8 caballos fiscales 22 €
De 8 hasta 11,99 caballos fiscales 64 €
De 12 hasta 15,99 caballos fiscales 137 €
De 16 hasta 19,99 caballos fiscales 175 €
De 20 caballos fiscales en adelante 224 €

Y, efectivamente, resulta que el nuevo vehículo tiene exactamente 12,01 Caballos de Vapor Fiscales (CVF) tal y como he comprobado en la ficha técnica, por lo que no me puedo quejar, al menos en la forma: el requerimiento es legal.

De todos modos, y con sinceridad, me ha dolido bastante pagar ese incremento de 73 euros por los tan solo 0,02 CVF más que tiene el motor de mi nuevo coche, así que he hecho unas pequeñas averiguaciones, que expongo a continuación.

Para empezar, la famosa y misteriosa medida del CVF no es, como a priori pudiera parecer, una medida de potencia, sino de capacidad (cilindrada) del motor. La potencia del motor, que también viene en la ficha técnica del vehículo, se mide en Kilowatios. La medida de fuerza Caballos de Vapor (CV) ya está en desuso, pero de todos modos los Caballos Fiscales no tienen una razón directa con la potencia, ya que intervienen otros factores como el tipo de combustible, la tecnología del motor, etc.

Así que, yo me pregunto (primera pregunta):

  • ¿Porqué no usar para aplicar los impuestos la potencia real de los coches, que es conocida y figura en la ficha técnica del vehículo en Kilovatios (como se hace en otros países), en lugar de los CVF, una medida poco científica y obsoleta?

En realidad, se entiende que el objeto de los impuestos sobre los vehículos debe ser de alguna manera que los poderes públicos recuperen en cierto modo el coste que las infraestructuras y servicios que el uso de esos vehículos requiere. En una ciudad como Madrid, donde la velocidad máxima permitida es en casi todas las calles de 50 Km/h, con algunas excepciones como la M-30, donde en ciertos tramos se puede alcanzar la increíble velocidad de 90 Km/h, en una ciudad como ésta, digo, la potencia del motor no marca diferencia entre unos coches y otros.

Mucho más relevante es el tamaño (volumen, longitud) por la dimensión de las vías públicas necesarias,  o de las plazas de aparcamiento, o el peso, por el desgaste del asfalto, pintura, etc. Y ya puestos, sería mucho más fácil medir el tamaño o el peso, que la cilindrada de los coches, la cual sinceramente en mi caso me la tengo que creer, so pena de tener que desarmar el motor, pieza por pieza.

También podríamos tener en cuenta para calcular los impuestos parámetros ecológicos, como la eficiencia del motor o la emisión de gases de efecto invernadero. Obviamente los coches nuevos deberían estar mejor diseñados en ese sentido, y se promovería la renovación del parque de automóviles, lo cual representa un doble beneficio.

Así que esto me lleva a la segunda pregunta:

  • ¿Porqué no usar para calcular los impuestos de los coches los parámetros reales del vehículo que determinan el coste de las infraestructuras y servicios necesarios en las ciudades, o sus parámetros ecológicos o de eficiencia energética, en lugar de su potencia?

A la postre, y admitiendo que los coches con mayor cilindrada tendrán probablemente más potencia, y que serán probablemente más grandes, admitiendo como digo esas aproximaciones, podríamos considerar plausible una escala de impuestos progresiva basada en el aumento de la cilindrada, que es la que se aplica actualmente.

Pero esta escala, en lugar de ser una escala progresiva, como lo es para otros impuestos de carácter proporcional, como el IBI, es una escala basada en tramos. Las tarifas, representadas gráficamente por intervalos, son así:

image

Si analizamos un poco los tramos definidos, vemos que parecen estar organizados en intervalos de cuatro, es decir, que cada 4 CVF se salta de tramo. Se pueden despreciar los extremos, pues coches de menos de 4 CVF prácticamente no existen (tendrían una cilindrada de menos de 600 cc), y los coches de más de 24 CVF también son excepcionales (más de 3 litros del ala de cilindrada en el motor).

En esos tramos, pues, la mediana adopta valores de 6, 10, 14, 18 y 22 Caballos Fiscales.

Para calcular el tipo impositivo, es decir, los euros pagados por cada Caballo Fiscal, dividimos la tarifa por la mediana, con lo que resulta ésta tabla:

CVF Tarifa CVF (mediana) Precio/CVF (mediana)
De menos de 8 caballos fiscales 22 € 6 3,67 €
De 8 hasta 11,99 caballos fiscales 64 € 10 6,40 €
De 12 hasta 15,99 caballos fiscales 137 € 14 9,79 €
De 16 hasta 19,99 caballos fiscales 175 € 18 9,72 €
De 20 caballos fiscales en adelante 224 € 22 10,18 €

O, más gráficamente, así:

image

Aquí vemos un hecho bastante llamativo, que es que el tipo impositivo del intervalo medio es muy superior a su escala anterior e incluso levemente superior al de la escala siguiente.

En otras palabras, que el impuesto de estos coches “de tamaño medio” (de unos 1700 a 2200 cc) es mayor que el del tramo “superior” (de 2200 a 2800) y casi igual al de los “supercoches” (>2800 cc).

Así que estos datos me llevan a la tercera pregunta:

  • ¿Porqué el tipo impositivo de los intervalos del IVTM no es lineal, o al menos progresivo?

Algún mal pensado podría llegar a imaginarse que esto es así porque la mayor parte de los coches actuales están precisamente en ese intervalo central, y que, claro, si aumentamos el precio del intervalo central, los aumentos de los ingresos son mucho mayores que si actuamos sobre los otros…

Pero no hemos terminado con el análisis, pues en realidad la agrupación por intervalos tiene otro efecto aún más irregular, ya que en la práctica los coches no tienen esa “potencia fiscal central” que figura en la mediana del intervalo, sino que en realidad pueden adoptar cualquier valor. Para ver el efecto, representaremos los tipos impositivos en una gráfica con incrementos del CVF de uno en uno, calculando para cada uno el precio pagado por CVF. La gráfica es la siguiente:

image

Así pues, como vemos, el tipo impositivo es claramente irregular, y cualquier cosa menos lineal o progresivo. De hecho, como hemos visto, el precio por CVF más caro lo pagan precisamente los coches como el mío, de 12,01 CVF. ¡Qué desgracia!.

Desde luego, no parece que represente ninguna dificultad el cálculo del impuesto de forma proporcional o progresiva a la potencia, pues desde hace ya tiempo no es necesario usar la calculadora o el ábaco para estas funciones: los programas que calculan y elaboran los boletines de pago de los impuestos están perfectamente capacitados para hacerlo.

A la vista de este hecho, me surge, por fin, la cuarta y última pregunta:

  • ¿Porqué no se aplica un impuesto IVTM proporcional a la potencia del coche, y se eliminan los tramos (como en el IBI) o se crean tramos progresivos, pero se calcula el impuesto de forma proporcional a la potencia (como en el IRPF)?

Son preguntas que se puede llegar a hacer un ciudadano cuando se relaciona con la Administración, que quizás tienen respuestas justas y cabales. Pero yo, que me he leído la Ordenanza fiscal del Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica (IVTM) del Ayuntamiento de Madrid y el REAL DECRETO 2822/1998, de 23 de diciembre, por el que se aprueba el Reglamento General de Vehículos, no he conseguido encontrarlas.

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El registro civil único electrónico

El Consejo de Ministros del 23 de Julio aprobó el Proyecto de Ley del Registro Civil. El objetivo de este proyecto es agilizar y eliminar trámites burocráticos innecesarios y configurar un Registro Civil electrónico, «moderno, rápido, accesible y único» para toda España.

Los lectores de éste blog recordarán el artículo de hace poco más de un año, titulado «La administración de los garbanzos«, en el que se contaba la historia, real, de los avatares de un sufrido ciudadano para recuperar un extraviado Libro de Familia, necesario a su vez para obtener un pasaporte de un menor de edad, y de las idas y venidas de ventanilla en ventanilla, de localidad en municipio, para conseguirlo.

Así que no puedo por menos que alegrarme sinceramente de saber que por fin alguien ha decidido poner remedio sensato a ésta situación. Actualmente existen 431 Registros civiles principales, junto a más de 7000 juzgados de paz con competencias en materia de Registro civil, y que operan sin conexión, sin coordinación y con competencias territoriales definidas según circunscripciones.

Mediante esta ley, se liberará a los Jueces de estas tareas extrajudiciales, al tiempo que se orienta el nuevo registro civil como un Servicio Público, superando una concepción tradicional que suponía carga administrativa para el ciudadano.

Gracias a la tecnología, la mayor parte de las comunicaciones entre Administraciones públicas se realizará en forma telemática, destacando la remisión por parte de los responsables de los centros de salud, relativa a nacimientos y defunciones y de los Ayuntamientos respecto de los matrimonios. La mayor parte de las certificaciones serán innecesarias puesto que las Administraciones y funcionarios públicos podrán consultar en línea la base de datos del Registro Civil Electrónico y, por tanto, el ciudadano no tendrá que aportarlos. El Registro civil remitirá de oficio la certificación de nacimiento o de matrimonio al interesado, sin necesidad de que éste lo solicite.

No es menos importante el hecho de que el Registro Civil Electrónico estará orientado a las personas. Se creará para cada persona de un registro individual en el que se incluirá toda la información de su trayectoria vital. Se supera la configuración tradicional en la que lo relevante eran los hechos que se inscribían los cuales se reflejaban en libros y secciones diferentes.

Un claro ejemplo de lo que siempre decimos: la aplicación de la tecnología, para ser eficaz, debe venir acompañada de las necesarias reformas, legales, organizativas y procedimentales, que permitan aprovechar todas sus posibilidades, mejorando el Servicio Público a los ciudadanos.

En fin una excelente noticia. El texto de la nota de prensa del Ministerio de Justicia está publicado en este enlace.