Mañana 15 de octubre, en la Real Casa de la Moneda, mi asociación profesional ASTIC celebra el evento de otoño, Meeting Point 2015. Este año está dedicado a las TIC sectoriales: Educación, Justicia y Sanidad.
Tengo el honor y el placer de coordinar la primera mesa, con el lema:
¿Porqué es necesaria la tecnología en la escuela?
Para debatir sobre esta cuestión, cuento con tres magníficos ponentes:
Carlos González-Sancho
Carlos es Analista en el Centro para la Investigación e Innovación Educativas (CERI) de la Dirección de Educación de la OCDE. Su labor se centra en el análisis y promoción de políticas de innovación en el sector educativo, principalmente en relación al papel de la tecnología en apoyo del aprendizaje y la gestión del conocimiento. También participa en proyectos sobre los recursos educativos abiertos y las competencias de creatividad y pensamiento crítico.
Manuel Area Moreira
Manuel es Catedrático de Tecnología Educativa en la Universidad de La Laguna, Director del Máster online en EDUCACIÓN y TIC, Director del Programa de Doctorado en Educación y del grupo de investigación EDULLAB (Laboratorio en Educación y Nuevas Tecnologías). Fue presidente de la asociación científica RUTE (Red Universitaria de Tecnología Educativa).
Francisco López Blanco
Francisco es Profesor de Lengua Castellana y Literatura de la Escuela de Arte y Superior de Diseño de Mérida. En la actualidad dirige el Grupo de Software Educativo de la Junta de Extremadura, donde, entre otras acciones, ha dirigido la publicación del Porfolio de la Competencia Digital Docente de su comunidad autónoma. Cuenta con numerosas publicaciones en el ámbito de la didáctica y es Premio Nacional de Innovación Educativa del Ministerio de Educación y Cultura.
A ellos tres les he planteado como base para su intervención y para el debate, las siguientes preguntas esenciales:
¿Cómo se debe aplicar la tecnología en el aula para mejorar la educación?
¿Qué nuevas habilidades deben adquirir los alumnos en el mundo digital?
¿Cuáles son los métodos de aprendizaje que se pueden aplicar en el aula con ayuda de la tecnología?
¿Cómo podemos justificar, y hasta qué grado, las inversiones para dotar de tecnología en las aulas?
¿Cuáles son los riesgos de aplicar tecnología en las escuelas?
Estoy seguro de que esta mesa, y por supuesto también las dedicadas a Justicia y Sanidad, va a ser muy interesante.
Hace poco se ha publicado el estudio de la OCDE Students, Computers and Learning – Making the Connection, que encuentra una relativamente baja correlación entre la disponibilidad y uso de los ordenadores en el aula, por un lado, y los resultados de las pruebas de lectura, navegación, o de matemáticas aplicadas, realizadas digitalmente, por el otro. También se dice que, en los países que han invertido fuertemente en TIC para educación, no se aprecian mejoras de resultados en comprensión lectora, matemáticas o ciencias de los alumnos.
En el resumen ejecutivo del informe de la OCDE se explica que, una vez que los alumnos tienen ya acceso a los ordenadores en el aula, las diferencias entre las habilidades TIC de unos y otros se explican más por similitud con las mismas habilidades no-TIC, que por la frecuencia o intensidad del uso de ordenadores, por lo que es más eficaz invertir más en enseñar matemáticas, o lengua, que en hacerlo con ordenadores. No sólo eso, sino que un uso excesivo de ordenadores puede ser contraproducente para conseguir mejores resultados, por no hablar de los riesgos de tipo social y de inadaptación cuando se superan ciertos límites.
Vaya por delante que estamos hablando de un informe de más de 200 páginas, con infinidad de tablas y gráficos, con ocho capítulos principales, que realmente merece la pena leer. Así por ejemplo, el último de los capítulos del informe «Implicaciones de las Tecnologías Digitales en las Políticas y Prácticas Educativas», contiene varias recomendaciones interesantes relativas a la forma en que deberían aplicarse las TIC en la Escuela.
Estos mismos datos de PISA 2012, que han sido la base para este estudio, ya fueron analizados por el INEE y publicados en un boletín en diciembre de 2013, así como en un informe más completo en 2014. Las conclusiones de estos informes dicen que los resultados de España son significativamente más bajos cuando los alumnos realizan la prueba en ordenador en lugar de hacerla en papel, al contrario que en el promedio de la OCDE, en el que no hay diferencias significativas entre ambos.
El estudio español también encontró una correlación positiva entre el uso del ordenador en casa y los mejores resultados académicos, pero no entre el uso del ordenador en la escuela y los resultados de los alumnos, lo cual no deja de ser un tanto paradójico.
Por último, y ya termino con las referencias, el informe «Evaluación del Programa Escuela 2.0 a partir de los resultados en Matemáticas de PISA 2012» de Sergi Jiménez‐Martín y Cristina Vilaplana Prieto, de nuevo insiste en una correlación negativa entre el uso del ordenador en clase y la mejora de los resultados académicos, comparando las variaciones entre PISA 2009 y PISA 2012, aunque «como aspecto positivo y alentador hay que señalar que al analizar el efecto del inicio de la participación en el Programa Escuela 2.0 se observa que el efecto negativo resaltado anteriormente entre las CCAA participantes disminuye entre los alumnos que entraron en el programa en 2009, frente a los que comenzaron en 2010.»
Del evangelismo tecnológico al pesimismo pedagógico
La publicación del informe de la OCDE ha tenido un impacto generalizado en los medios de comunicación, que resaltan de forma unánime la poca eficacia de las TIC para mejorar los resultados de los alumnos, los peligros de su uso excesivo, y en algunos casos, lo contraindicado de su utilización en edades tempranas. Ahora bien, Francesc Pedró ya analizaba este escenario en su documento Tecnología y escuela: lo que funciona y por qué:
El evangelismo se basa en una gran confianza en las posibilidades transformadoras de la tecnología en educación. Sugiere imágenes particularmente atractivas que evocan que otra escuela sería posible si se aprovechara la tecnología como una oportunidad para el necesario cambio de paradigma pedagógico, que se traduciría en unos procesos de enseñanza y aprendizaje más centrados en el propio alumno. Así se habla, por ejemplo, de la escuela 2.0 o de la escuela del futuro, hoy.
El pesimismo pedagógico, en cambio, no reconoce para nada el potencial pedagógico de la tecnología en la escuela y le acusa, por el contrario, de ser una innecesaria fuente de gasto público y de convertirse en una verdadera distracción para los docentes y los alumnos. El énfasis en las prácticas de enseñanza y aprendizaje debe colocarse, se aduce, en lo que verdaderamente importa en términos curriculares y está por ver que el uso de la tecnología mejore la calidad o la eficacia del aprendizaje. Además, el pesimismo constata la imposibilidad de que la tecnología penetre efectivamente en un espacio cerrado como el del aula, donde los docentes lo último que necesitan es que otra voz desafíe su punto de vista y, lo que aún es más importante, su autoridad.
Se trata de dos visiones casi opuestas, dos caras de una misma moneda, aparentemente irreconciliables. Francesc Pedró hace su propio análisis, que les invito a leer en su informe. Estas dos «vertientes» del uso de la tecnología me resultan familiares, y no precisamente sólo en el mundo educativo, sino también en otros ámbitos. Por ello, yo voy a hacer mis propias reflexiones, complementarias a las de Francesc Pedró, sobre este asunto.
La Sociedad Digital
Creo recordar que, allá por 2001, mi apreciado colega Borja Adsuara, a la sazón Director General para el Desarrollo de la Sociedad de la Información, en unas conferencias en Santander, hablando de comercio electrónico, exponía la idea de que el comercio electrónico (e-commerce) no era otro tipo de comercio distinto, sino el mismo comercio de siempre, aunque hecho de otra manera y por otros medios.
Fíjense ustedes que la cuestión tiene mucha miga, y, aunque ha llovido mucho desde entonces, sigue estando plenamente candente: ¿es la nueva «sociedad digital» un nuevo tipo de sociedad, o es simplemente la misma sociedad de siempre que ahora utiliza medios digitales para hacer las mismas cosas «más rápido»?
He reflexionado sobre el tema, y para mi la explicación reside en las múltiples caras que ofrecen las Tecnologías de la Información. A unos les parecen una cosa y a otros otra. ¿Quién tiene razón?. Pues a lo mejor, todos a la vez. Me explico.
Según mi hipótesis, las TIC añaden a la sociedad una nueva dimensión, que no la cambian pero que no podemos entenderla completamente si seguimos pensando en dos dimensiones: la sociedad digital es la sociedad a la que le incorporamos una tercera dimensión. Por ello, algunas de las «ecuaciones» en dos dimensiones seguirán funcionando como antes, pero otras no podrán resolverse a menos que le incorporemos esa tercera dimensión.
¿Cuadrado o círculo?
Esta tercera dimensión explica porqué algunos ven la tecnología como una simple herramienta, útil para reemplazar a sus equivalentes «físicos» (papel, calculadoras,…), otros la ven como una finalidad para aplicaciones de negocios o lúdicas, otros la ven como una palanca del cambio social. Muchas de estas visiones pueden parecer contrapuestas, pero son compatibles entre sí, si lo explicamos como una «tercera dimensión». Al igual que el cilindro, un objeto de tres dimensiones, que puede parecer un cuadrado o un círculo, cuando lo vemos en dos dimensiones, según el punto de vista que adoptemos.
El impacto de las Tecnologías de la Información en la sociedad actual no sólo es innegable, sino que tampoco podemos simplificarlo diciendo que permiten hacer las mismas cosas más rápido, o incluso «más barato». Para mí el principal cambio que han producido y siguen produciendo en la sociedad sería la aceleración del ritmo de los cambios, lo que inmediatamente nos conduce a la incertidumbre, es decir, a la imprevisibilidad de qué pasará mañana.
No hace mucho leía en Twitter: «Nuestros padres tuvieron un trabajo a lo largo de su vida; nosotros tendremos siete; y nuestros hijos tendrán siete, a la vez«. Lo que antes se producía en una secuencia temporal en la vida personal y laboral de una persona: nacimiento, educación, trabajo, y jubilación, ya no es tan cierto, y lo será mucho menos en el futuro.
Es decir, esa primera lección será la adaptabilidad; debemos estar preparados para los cambios constantes, y saber vivir con ellos, como los surfistas se adaptan a la ola a medida que evoluciona.
Pero no es sólo eso: en palabras de Dirk Van Damme, en la XXIX Semana de la Educación, en el siglo XXI cada vez se precisan más habilidades para trabajos no rutinarios, tanto en las tareas individuales (analytic) como colectivas (interpersonales).
Decía Alorza, otro de mis compañeros de viaje, que «La Administración sigue a la sociedad como la sombra al cuerpo,…lo que pasa es que por la mañana la sombra es muy alargada«. Trasladándola a la educación, ¿No debería la educación seguir a la sociedad, transformando la educación en digital, del mismo modo que la sociedad se ha trasformado en digital?.
Esto no implica, como decíamos al principio, eliminar la escuela «analógica» para sustituirla por la digital, sino añadirle una nueva dimensión. Esta nueva dimensión afecta tanto a los métodos (cómo), como a las herramientas (con qué), pero también a las finalidades (para qué), y principalmente, al quién: los docentes, y sobre todo, a los escolares.
Es un hecho que la información a la que hoy en día podemos acceder con facilidad a través de internet es vastísima y el impacto de Internet en el aula es un fenómeno inevitable. Es necesario plantearse el buen uso de los recursos tecnológicos educativos y para esto es crucial reformular el concepto de educación y evitar utilizar los recursos de internet sobre un modelo de enseñanza tradicional.
Nuestros alumnos necesitan incorporarse a una sociedad y una economía muy diferente , que está experimentando una profunda y continua transformación. Los maestros debemos enseñar los conocimientos y habilidades necesarias para un mundo que está en cambio continuo.
Hoy en día no tiene sentido preguntarle a un niño qué quiere ser de mayor, entre otras cosas porque seguramente el trabajo que él un día tenga todavía no se ha inventado. Es más razonable preguntarle qué problema quiere resolver. Es fundamental que desarrollemos la habilidad de resolver problemas y ejercer el pensamiento crítico de nuestros alumnos.
El modelo educativo debe reformularse y plantear un enfoque centrado en el propio alumno y promover de forma coherente el aprendizaje colaborativo, cultivando la capacidad de escuchar, indagar, replantearse ideas y consensuar, puesto que está demostrado que la suma o combinación de las capacidades individuales es lo que mejor funciona.
El futuro de la educación se debe construir en base a la innovación y mejora constante (iteration), que es lo que conduce a una auténtica transformación. No existe un modelo perfecto porque hay una realidad en cambio constante y debemos encontrar en cada momento el modo de proveer una educación adaptada a esa realidad, relevante y motivadora.
Si volvemos de nuevo al informe de la OCDE que encabeza este artículo, y tras una lectura más detenida del mismo, así como el webinar y la presentación de Andreas Schleicher, lo que finalmente queda claro es que no hay formula mágica para introducir la tecnología en la educación, o dicho de otro modo, no se puede reemplazar el profesor por el ordenador. Si metemos en el aula los PC o las tabletas (o los alumnos los usan en casa para hacer los deberes, que es cada vez más habitual) y seguimos planteando los procesos educativos como siempre, no sólo no serán eficaces, sino que incluso pueden llegar a ser contraproducentes si se realiza sin ningún tipo de dirección ni control.
En realidad, para obtener ventaja de la tecnología, hay que cambiar de estrategia. El mundo digital hace que ciertas cosas sean más fáciles, más rápidas, o simplemente, posibles; como la reproducción y consulta masivas de información, la comunicación a distancia, la cooperación y el trabajo en equipo, la generación de automatismos y el tratamiento de datos masivos. Nuestras estrategias para aprovechar la tecnología deben basarse en esas funcionalidades.
Por supuesto, es preciso el desarrollo de un conjunto de habilidades básicas para aprovecharla, las «competencias digitales», las que, en mi opinión, deben considerarse en adelante instrumentales, como la lengua o las matemáticas, ya que es necesaria para adquirir el resto de competencias que necesita la persona. Un «analfabeto digital» será en el futuro, quizás ya lo sea, una persona en peligro de exclusión en la sociedad.
Pero es que, además, y apoyado en la tecnología, hay que desarrollar las habilidades del siglo XXI: formas de pensar y resolver problemas nuevos, capacidad de adaptación y mejora en un mundo en contínuo cambio, la comunicación y la colaboración en la vida personal y profesional y en definitiva la preparación para ciudadanos globales que, sin duda, y además de muchas otras cosas, serán nuestros hijos.
Soy consciente de que, en este breve artículo no he abordado cuestiones esenciales, como los procesos, con sus fases o etapas, a seguir en esta incorporación progresiva de las TIC en el aula para que sea eficaz, o el papel de los docentes como elementos centrales de la educación y por consiguiente de cualquier proyecto o acción para que pueda tener éxito. Espero poder hacerlo en próximos artículos.
Para finalizar, resumiré diciendo que la tecnología no es la meta, pero forma parte del camino que debe seguir la educación de ahora en adelante.
Esta mañana se ha firmado en La Moncloa el Convenio Marco de Conectividad Escolar, que tiene como objetivo principal que todos los centros docentes de primaria y secundaria españoles dispongan, entre 2016 y 2017, de conexión a Internet y a las redes educativas autonómicas y estatales, a una velocidad mínima de 100 Mbps.
No se trata de un proyecto nuevo. En 2013 ya figuraba como una de las principales prioridades del Plan de Cultura Digital en la Escuela, y en ese mismo año, el Informe CORA la incluía en las medidas propuestas por la Subcomisión de Gestión de Servicios y Medios comunes.
En 2014, la Agenda Digital para España establece un eje específico dedicado a la Educación Digital, centrado en potenciar la mejora del sistema educativo a través de las TIC, al mismo tiempo que se fomenta el desarrollo de productos y servicios para la educación por parte de la industria TIC. En el Plan Detallado de Servicios Públicos Digitales dice:
En el ámbito de la Educación debe ponerse a disposición de los centros educativos el acceso a redes de banda ancha ultrarrápidas para obtener una conectividad de los centros escolares completa, condición necesaria para implementar las plataformas de punto neutro que soporten los contenidos educativos que contribuirán a la mejora de los resultados a alcanzar en materia de formación en capital humano. A ello van destinados el impulso en estándares y formatos, así como los entornos virtuales de aprendizaje y plataformas digitales que faciliten el uso de contenidos educativos y recursos didácticos por parte de toda la comunidad educativa.
¿Porqué es necesario abordar este proyecto?. Muchos de los centros escolares españoles ya disponen de conectividad a Internet, pero en su gran mayoría se trata todavía de conexiones ADSL. Una conexión como la que tenemos en muchos hogares españoles que puede ser adecuada para un uso ocasional, y por un numero reducido de usuarios, pero que de ninguna manera es suficiente para un centro escolar, sobre todo si queremos llevar la conexión hasta cada pupitre y cada alumno.
El debate sobre la eficacia de la aplicación de las TIC en el aula es un debate hoy día ampliamente abierto. Sin embargo hay coincidencia generalizada en que esa aplicación por si misma no es suficiente para mejorar la educación: ha de venir acompañada de la disponibilidad de productos y servicios digitales, ha de ser encauzada a través de nuevos métodos de aprendizaje que las tecnologías hacen posibles, como el aprendizaje basado en proyectos, los entornos personales de aprendizaje, la ludificación del aprendizaje, la clase invertida o las analíticas de aprendizaje; y por supuesto y en primer lugar necesita unos docentes adecuadamente preparados y motivados para aplicar estos métodos con la utilización de las TIC.
Pero lo que no cabe duda es que, sin las infraestructuras apropiadas, sólidas, eficaces, funcionales, y, esencialmente «invisibles», no podremos hablar de si las TIC ayudan o no a mejorar la educación; hablaremos en todo caso de experimentos o expectativas. Pero ya es hora de que la educación se alinee con el mundo en que vivimos. En España, el uso de los dispositivos conectados a Internet ya es habitual, en las empresas, en las casas, y en las Administraciones. En las aulas, todavía no.
Este proyecto no viene a reemplazar las iniciativas ya en marcha para dotar de conectividad ultrarrápida a las escuelas que varias Comunidades Autónomas han empezado ya. Se trata de una acción complementaria que se enfoca sobre todo en las zonas en las que, por su baja densidad de población, no hay despliegue de fibra óptica ni tampoco hay planes para un futuro próximo. Permitir que los medios TIC lleguen a unas escuelas sí y a otras no, crearía una nueva brecha digital en el lugar donde sus efectos son más drásticos, en las escuelas rurales y en los alumnos más jóvenes.
Así, el desarrollo de este proyecto va necesariamente unido a la cooperación con las CCAA, la cual sin duda será específica y particular en función de las infraestructuras y planes ya existentes en cada caso, pero con el objetivo común de la cobertura digital de calidad en el 100% de los centros escolares.
Siempre he sido amigo de las cifras, y en este caso daré unas pocas. En primer lugar, el coste del proyecto por centro, que resulta de dividir los 330 millones de euros entre los 16.500 centros, es de unos 18.000 euros en promedio. O lo que es lo mismo, unos 50 euros por alumno, si prorrateamos sobre los 6,5 millones que alcanza el proyecto. Lo cual francamente no me parece caro. Y tampoco si comparamos este importe con los 46.605 millones de euros que, según las estadísticas del MECD, supuso el gasto público en educación en España en 2012. Así, los 330 millones de euros, a distribuir en dos años, supondrían sólo el 0,35% del gasto anual en educación.
Conseguir que la educación mejore es tarea de todos. En esa mejora, la tecnología debe jugar un papel imprescindible, no como fin, sino como medio habilitador de las transformación educativa, del mismo modo que está contribuyendo a la transformación acelerada del mundo en que vivimos.
¿Es verdad todo lo que dice la Wikipedia?. ¿Se pueden borrar los correos una vez enviados?. ¿Cómo publico las fotos de mi último viaje?. ¿Es seguro dar los datos de mi tarjeta de crédito?. ¿Puede un inmigrante digital enseñar el uso de Internet a un nativo digital?.
El mundo digital ha llegado, y muchos de nosotros nos hacemos preguntas. Preguntarse sobre las cosas no sólo es bueno, es también necesario, y muchas veces es la clave para el avance del conocimiento, como decíamos en ¿Cómo puede revertirse la entropía del universo?. La capacidad de responder a estas preguntas de forma operativa, no con una respuesta final y absoluta, sino con un plan de acción que incluya procedimientos, verificaciones, riesgos e implicaciones, es lo que nos permiten hacer nuestras competencias.
La competencia digital es una de las ocho competencias clave, con la siguiente definición:
“La competencia digital entraña el uso seguro y crítico de las tecnologías de la sociedad de la información para el trabajo, el ocio y la comunicación. Se sustenta en las competencias básicas en materia de TIC: el uso de ordenadores para obtener, evaluar, almacenar, producir, presentar e intercambiar información, y comunicarse y participar en redes de colaboración a través de Internet.”
Información: identificar, localizar, recuperar, almacenar, organizar y analizar la información digital, evaluando su finalidad y relevancia.
Comunicación: comunicar en entornos digitales, compartir recursos a través de herramientas en línea, conectar y colaborar con otros a través de herramientas digitales, interactuar y participar en comunidades y redes; conciencia intercultural.
Creación de contenido: Crear y editar contenidos nuevos (textos, imágenes, videos…), integrar y reelaborar conocimientos y contenidos previos, realizar producciones artísticas, contenidos multimedia y programación informática, saber aplicar los derechos de propiedad intelectual y las licencias de uso.
Seguridad: protección personal, protección de datos, protección de la identidad digital, uso de seguridad, uso seguro y sostenible.
Resolución de problemas: identificar necesidades y recursos digitales, tomar decisiones a la hora de elegir la herramienta digital apropiada, acorde a la finalidad o necesidad, resolver problemas conceptuales a través de medios digitales, resolver problemas técnicos, uso creativo de la tecnología, actualizar la competencia propia y la de otros.
Y en 2014, el INTEF publica el Marco Común de COMPETENCIA DIGITAL DOCENTE, un documento basado en el informe DIGCOMP ya citado, y elaborado por el MECD con la participación activa de las CCAA y expertos externos, apoyado en los grupos de trabajo de Tecnologías del Aprendizaje y de Formación del Profesorado.
Este documento nace para:
Posibilitar que los profesores conozcan, ayuden a desarrollar y evalúen la competencia digital de los alumnos.
Facilitar una referencia común con descriptores de la competencia digital para profesores y formadores.
Ayudar a ser más exigentes en relación a la competencia digital docente, ya que actualmente la universidad no forma suficientemente al futuro profesor en competencia digital y, por otra parte, en la Administración tampoco es requisito para el ejercicio de la docencia.
Permitir a todos disponer de una lista de competencias mínimas de docentes.
Ayudar a que el docente tenga la competencia digital necesaria para usar recursos digitales en sus tareas docentes.
Influir para que se produzca un cambio metodológico tanto en el uso de los medios tecnológicos como en los métodos educativos en general.
Creo que este marco es un gran avance para ponernos de acuerdo en lo que tenemos que saber y saber hacer en el mundo digital. Un gran paso para acercar ese nuevo mundo a todos, tanto los docentes que van a enseñar a nuestros hijos como nosotros mismos en nuestras tareas cotidianas, las que de forma imperceptible pero generalizada estamos asumiendo como imprescindibles.
Los estudiantes de hoy no vivirán en un mundo en el que las cosas cambien relativamente despacio (como nos ocurrió a muchos de nosotros) sino en uno en el que las cosas cambian extremadamente rápido, a diario y de manera exponencial. De forma que los profesores de hoy deben estar seguros de que, sin importar qué asignatura enseñan, la enseñan con el futuro en mente.
Sabemos que debemos respetar el pasado y aprender de él. Pero si no dedicamos un tiempo semejante al futuro en nuestra educación, estaremos haciendo una gestión ruinosa de nuestros estudiantes.