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Sociedad de la Información

No es lo que tengo, es lo que soy

Medita Erich Fromm, en su libro ¿Tener o Ser?, sobre lo verdaderamente importante en la vida, que reside en lo que uno es y no en lo que uno tiene. Critica de este modo a la sociedad de consumo actual, que se apoyaría en este paradigma: lo importante es lo que tengo, y cuanto más tengo, más feliz soy. De modo que como dice Antonio Banderas, en un anuncio muy lúcido, cuya filosofía es obviamente tomada del ensayo de Fromm, no es lo importante lo que tengo sino lo que soy.

Ese parece ser el sentido del Canon Digital: Puesto que la tecnología permite la reproducción perfecta e ilimitada de determinadas obras, a un coste muy reducido, el artista debe recibir una remuneración no como un salario a cambio de su producción artística sino como una renta a cuenta de obras pasadas, es decir, por su mera condición de artista. Como garante y depositario pues de la cultura milenaria, el ARTISTA, debe ser mantenido para que pueda dar continuidad a su labor creadora.

O sea las Entidades de Gestión de Derechos de Autor reclaman el derecho a recibir dinero para sus artistas, por producir obras que son susceptibles de digitalización, archivado y retransmisión a distancia, y de reproducción sin merma significativa de calidad, y a cambio los ciudadanos podríamos disfrutar de nuestras copias privadas sin necesidad de autorización previa. De este modo obtienen los artistas su salario, o más bien su renta de autor. Aún cuando la distribución equitativa de esa renta, en función de las reproducciones realmente efectuadas, no esté ni mucho menos clara.

Hay una cierta perversión en este argumento, por el cual se asume que la mayoría de los ciudadanos hacen este tipo de copias privadas, y que el canon es la base legal y monetaria para que su conciencia pueda quedar tranquila cuando hace una copia. O sea «copiad, copiad, hijos, que ya lo habéis pagado».

Debo confesaros que yo también soy artista. No como artista en mis labores de funcionario, que también (tiene mucho arte lidiar con la maraña administrativa), sino como artista creativo en un sentido tradicional. Es decir, escribo, compongo música y canciones, aunque nunca me planteé vivir de ello. Incluso hubo una época en que pensé montar un negocio dedicado a la informática musical, antes de ser funcionario, pero no se dieron las circunstancias apropiadas.

Aunque si hubiese pretendido vivir de la creación, no habría podido hacerlo directamente, pues en España los creadores están obligados hacerlo a través de las Entidades de Derechos de Autor, como muy bien explica Enrique Mateu en su blog.

Así que creo que optaré finalmente por poner mi obra libremente disponible con licencia copyleft, ya que por fin la recientemente aprobada LISI permite expresamente este tipo de licencias, pues había dudas de su legalidad hasta ahora.

En fin, y para resumir mi posición sobre el Canon Digital, digo que:

  • La cultura es cosa de todos, no solo de los artistas oficiales.
  • Me parece bien que la creación artística y la interpretación estén remuneradas, pero exactamente y directamente relacionadas con la valía y la demanda de esa creación o interpretación, y para beneficio directo de los autores o intérpretes.
  • Por ello no creo que el método del Canon Digital actualmente definido en la LPI sea el más apropiado.
  • Y si de todas maneras la existencia de un canon digital es ineludible, aunque sea con carácter transitorio hasta que evolucione suficientemente el mercado adaptándose a las nuevas posibilidades tecnológicas, al menos que no se recaude y reparta por manos privadas, sino que se ocupe de ello una Agencia Pública Estatal.

Por Felix Serrano

Podéis ver mi perfil en LinkedIn:

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4 respuestas a «No es lo que tengo, es lo que soy»

Hay que hacer una corrección y varias puntualizaciones. Primera: el canon no es el salario del artista. Hay artistas que cobran por su obra una sola vez, por ejemplo los artistas plásticos (pintores, escultores) o los dramáticos ( actores, performer,). Hay otros que cobran un porcentaje, además, por cada reproducción de su obra (escritores, músicos, cantantes, fotográfos). No se discute cómo cobran, es decir si cobran o no un procentaje cada vez que su obra se reproduce, lo que se discute es que lo tengamos que pagar los que ni reproducimos ni escuchamos ni leemos sus obras.
El canon es un impuesto antisocial: un impuesto que pagamos todos y del que se benefician unos cuantos particulares (cuando para el resto de impuestos lo paga el que consume y nos beneficiamos todos).
Dice Moraleda, utilizando un argumento torticero, que las carreteras las pagan los que circulan por ella y los que no. Señor Moraleda, las carreteras las pagamos todos y nos beneficiamos todos el que circula y el que no.

Por carretera /transporte llegan las mercancias que se distribuyen en los comercios y llegan los turistas.
¿qué beneficio saca el que no consume la obra de esos artistas? ninguno. ¿qué beneficio social producen? ninguno. La música no es de interés público (aunque sea beneficiosa para el espíritu), las carreteras y transportes si.

Abundando en el despropósito de su argumento, el que paga el impuesto sobre el tabaco es el que compra el tabaco no el que compra un cenicero o un mechero. Por tanto no tengo porque pagar por comprar un dispositivo que voy a utilizar para mis OBRAS por el simple hecho de que podría copiar alguna obra ajena.

Estoy de acuerdo con pagar un canon pero por aquella música, libro y fotografía que me gusta y consumo. No quiero pagar un canon, ni es justo, ni lícito, por aquella que no consumo y además no me gusta.

Es un impuesto antisocial.

Ellos dicen que es su salario. Yo digo más bien que, como Enrique Mateu, se parece más a una renta. Por supuesto que ni en uno ni en otro caso estoy de acuerdo en la forma en que se gestiona.

Las preguntas a las que habría que responder es: ¿Cuáles son los modelos de negocio posibles para los los artistas cuya obra es digitalizable? y ¿hasta qué punto debe el Estado intervenir en esos modelos de negocio?

Existen varios modelos de negocio que permiten a los creadores de obras y contenidos digitales la remuneración por su trabajo sin la necesidad de pasar por el embudo de la gestión de derechos a través de sociedades de derechos de autor.

Algunos son, como comentas, la venta directa productor-consumidor, más fácil de asociar a la interpretación que a la creación. Pero también la creación puede ser bajo encargo, sobre un precio negociado y con unos resultados concretos. Otros pueden realizarse con la intervención del Estado, mediante la financiación por el mismo de medios e infraestructuras de producción, o formación, o mediante la subvención a proyectos concretos. La difusión de esos contenidos puede financiarse mediante publicidad, modelo tradicional de las televiciones.

En cualquier caso en estos modelos de negocio se establece una relación clara entre oferta y demanda, entre trabajo y remuneración a cambio.

Lo que parece no tener mucho sentido, en el mundo de Internet, es que la copia de contenidos digitales genere «per se» derechos monetarios, y menos aún que lo generen la existencia de las herramientas que permiten la copia o reproducción de la obra.

Efectivamente el Canon Digital es una mala solución, antisocial y equivocada, y no va a servir para proteger la cultura, sino para beneficiar a unos pocos. Mas bien lo que hay que hacer es democratizar la cultura, convertirnos a todos en creadores, y difundir nuestras obras libremente construyendo una sociedad mucho más rica culturalmente.

Además el canon no es un impuesto, aunque se le apela así de forma generalizada. Para ser un impuesto debería ser recaudado como tal por el estado o por alguna de las administraciones públicas, y destinado por ellas a los fines culturales que fuesen.

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