El 3 de abril de 2010, Dios mediante, las ondas hertzianas hispanas dejarán de transmitir la vieja buena Televisión Analógica. Hay al parecer cierto debate sobre las ventajas e inconvenientes de éste proceso, y principalmente sobre la forma en que se está vendiendo este evento. Más allá del cierto triunfalismo, como el que publicaba INTECO: «España reune actualmente las mejores condiciones para el proceso de transición a la TDT», y también se respiraba en el evento de presentación del Anuario TDT 2007, algunas voces presentan diversas objecciones:
- Muchos más canales, sí, pero, ¿hasta que punto estamos preparados, programáticamente para satisfacer las necesidades del espectador?
- ¿Será la publicidad suficiente para soportar los costes del aumento de producción?. ¿Acudiremos a canales puramente enlatados?. ¿Nuevos canales de pago?.
- ¿Llegará el día D y tendrá toda la gente su decodificador TDT, o se sublevará media España al no poder ver la tele?
- Los supuestos valores añadidos, como la interactividad, o la HD, ¿se implantarán y generalizará su uso finalmente?
Y algunas otras preguntas, como el posible destino de ese ancho de banda liberado gracias a la mayor optimización del espectro que hace la TDT: Las operadoras quieren utilizar las frecuencias libres tras el apagón analógico, desatando una lucha paralela a la que contaba Enrique en los USA: Google, los white spaces y la WiFi 2.0. Noticias como ésta inducen a pensar que, en el fondo, la digitalización está implusada por los grandes operadores de telecomunicaciones esperando sacar tajada de ese valioso recurso que es el espectro radioeléctrico.
Y además, entes tan prestigiados en el impulso a la tecnología como La Agencia Tributaria, tiran la toalla con la TDT. En el fondo de ésta noticia está la cruda realidad: a pesar de los 9,3 millones de decodificadores vendidos, la inmensa mayoría carecen de interactividad. Y si no tenemos interactividad, no tenemos alta definición, y tenemos más canales pero con una degradación de la calidad de los programas, entonces, ¿para qué queremos TDT?.
En realidad ya hace algún tiempo que vengo pensando que la televisión del futuro se parecerá muy poco a la que hemos mamado. En los resultados del estudio Televidente 2.0 (2ª Oleada) se dice que los internautas españoles inventan el modelo de televisión del futuro mientras la industria sigue buscando el suyo. Da la sensación de que los promotores de la TDT van por un camino completamente ajeno al que está siendo cada vez más el modelo de negocio de Internet: servicios personalizados y a la carta, con intervención cada vez más del consumidor como productor a la vez, y en conjunción con el fenómeno de las redes sociales potenciadas por la tecnología.
A mí, qué quereis, me da un poco de pena. Cuando nací, la Televisión no existía. Cuando tenía ocho años mis padres compraron una, en blanco y negro, la maravilla de las maravillas. Recuerdo que al encenderla, estaban poniendo una película de la época de Luis XV, y allí nos quedamos embobados viendo aquellos personajes con pelucas blancas. Durante toda mi infancia y juventud, la tele fué el centro social de la casa. Pero ahora esto se ha terminado, en muchas casas hay una tele para cada persona, y además y por si fuera poco, pronto tendremos un ordenador para cada uno. Estoy seguro que para mis hijos, y en no demasiado tiempo, la tele será un mero recuerdo.