El día 1 de marzo de 2007, junto con otros compañeros, me presenté a las elecciones sindicales en el Ministerio de Industria, como parte de la candidatura de FEDECA, la Federación de Asociaciones de los Cuerpos Superiores de la Administración Civil del Estado.
La verdad es que no esperaba resultar elegido. Los sindicatos «tradicionales» habían copado desde tiempo inmemorial la representación sindical de los funcionarios, y yo ni siquiera ocupaba un lugar destacado en la lista de FEDECA de Industria.
Lo que no me esperaba ese día era que la lucha de esos sindicatos ( CCOO, CSI-CSIF y FSP-UGT) contra nuestra candidatura no se dirimiese en las urnas. En su lugar, debieron de considerar más productiva, como así fué, la exclusión directa de los competidores, mediante la lucha legal, argumentando que FEDECA no era un sindicato y no podía por tanto presentar candidaturas.
El lío que se formó fué mayúsculo, pues todo estaba preparado, las mesas, las papeletas, los candidatos, pero sencillamente se retiraron de las mesas electorales las candidaturas de FEDECA y nadie les pudo votar, al menos en Industria. En otros Ministerios sin embargo sí se les votó, con unos interesantes resultados: en Justicia fué la candidatura más votada. En el MEH, empate a representantes en el primer lugar, con GESTHA. En otros, la representación no fué tan importante pero siempre significativa.
Después de todo, el temor de los sindicatos tradicionales estaba más que justificado. Independientemente de las consideraciones legales, lo que quedó plasmado, donde se pudo votar, es que una parte importante de los funcionarios no se sienten representados por estos sindicatos. Harían bien (los sindicatos) en reflexionar porqué.
Hoy he tenido conocimiento de la noticia por la cual se publica la sentencia del Tribunal Constitucional en la que se reconoce a FEDECA la capacidad de actuar como sindicato y por tanto de presentarse a las elecciones sindicales.
Pero éste es uno de esos casos en que se me antoja una victoria pírrica. Finalmente te dan la razón, pero «el enemigo» ha conseguido su objetivo.
Me parece interesante recuperar ahora el ideario que se elaboró a modo de «programa electoral» para la participación en las elecciones del 1 de marzo de 2007:
Los fines que buscamos en FEDECA son:
- Dignificar la función que realiza la Administración defendiendo que las funciones derivadas de la potestad administrativa sean realizadas, de forma exclusiva, por funcionarios, garantizando, con ello, la independencia frente a los movimientos políticos y electorales
- Dignificar la función que desarrollan los Cuerpos Superiores dentro de la Administración. Buscamos mejorar, también, nuestra imagen, dando a conocer a la sociedad los importantes cometidos que realizan los Cuerpos Superiores.
- Una verdadera defensa de todos los funcionarios que, tradicionalmente, han sido olvidados, el estrato alto y medio de la Administración, para lograr la mejora de las condiciones laborales.
- Una participación real y honrada en la defensa de los compañeros. Nosotros no buscamos la liberación de personas, sino el trabajo por el colectivo.
- Intentar conseguir, a pesar de lo difícil de los resultados, la capacidad para negociar.
- La lucha por la creación de una carrera profesional basada en unas categorías, pretendiendo, por ejemplo, que pueda haber mejoras para los funcionarios con independencia del puesto en el que se encuentren. Tal pretensión debe recogerse, según nuestro criterio, dentro del Proyecto de Ley del Estatuto del Empleado Publico y de la futura Ley de la Administración General del Estado que desarrolla la anterior.
- Mejora de las retribuciones y recuperación del poder adquisitivo perdido en los últimos años.
4 respuestas a «La sentencia del Constitucional sobre el caso FEDECA»
Los fines que persigue FEDECA son los fines que, en principio, persigue cualquier sindicato (o al menos eso parece). Creo que el problema está en las personas que representan al sindicato. No todos son igual y me consta que en los sindicatos «tradicionales» también hay personas que todavía creen en la lucha por el interés general y por el bien de la comunidad. Lo que ocurre es que sólo vemos a aquellos que se sirven de las organizaciones para su beneficio personal. Pero no todos somos iguales ni nos mueven las mismas inquietudes.
Sería como decir que todos los políticios son iguales. Pues no. Aunque parezca raro, hay algunos que creen en aquello que defienden.
Rosa, la representatividad democrática lo que promueve es precisamente que sean las urnas las que decidan qué representantes, acogidos en éste caso a un sindicato u organización determinada, representan mejor los intereses de los trabajadores.
Por eso no me parece justo impedir que concurran a las elecciones unas u otras organizaciones que representan a un determinado colectivo de profesionales de la administración.
Lo justo es que las urnas decidan.
Conozco algunos representantes sindicales. Creo que son personas excelentes. Pero también me he encontrado con situaciones bochornosas.
Por ejemplo, en un proceso selectivo para personal técnico de una universidad pública, que no voy a citar, pero donde yo era miembro del tribunal, los representantes de los sindicatos en el tribunal, QUE NO FUERON A NINGUNA DE LAS SESIONES SELECTIVAS CON LOS CANDIDATOS A LAS PLAZAS, tuvieron la poca vergüenza de votar a su antojo, por supuesto a favor de determinados candidatos peor preparados profesionalmente, pero conocidos por ellos, frente a otros candidatos mejor preparados, pero ajenos al tinglado de la Universidad.
Efectivamente, existen situaciones bochornosas (yo podría hacer una lista enoooorme) y es verdad que no se debe restringir a ninguna organización sindical su derecho a concurrir a elecciones.
Pero, como en todo, somos las personas las que sumamos o restamos credibilidad a las instituciones.
Me alegro un montón de la sentencia. Te contaré que en mi ministerio me pidió la candidatura de Fedeca que estuviera en sus listas (no conseguían llenarla) para poder concurrir a las elecciones sindicales. Asi que muy a pesar mío firmé y concurrí en uno de los últimos puestos, porque me parecía justo que se presentaran, ya decidirían las urnas si debían estar o no. Yo sólo les facilité la posibilidad de que los votos decidieran.
No voté en las elecciones (no suelo hacerlo, no creo en la labor sindical de los comités de empresa en la administración (o como se llamen, que ahora dudo), pero esa es otra historia.
Me encontré al poco tiempo con una ex-compañera/amiga de Comisiones y me preguntó con cara de asombro/desprecio/decepción por mi inclusión en las listas de Fedeca, considerando ella que las personas que componían esa lista eran general de ideología política muy contraria a la que se me supone. Y efectivamente lo son. Pero no por ello creo que pueda negarse a nadie la posibilidad de concurrir a unas elecciones.
El caso es que cuando le expliqué mis motivos (que no tengo porque justificarme) me contó lo de que Fedeca no podía presentarse y blabla. Creo que los motivos no eran sólo que no era un sindicato, sino que los sindicatos pueden presentar candidatura con un número de firmas y un no-sindicato necesitaba una cifra mayor no alcanzada por Fedeca. Es igual. No acabo de entender como los sindicatos pueden negar el derecho a un conjunto de funcionarios/trabajadores a presentarse a unas elecciones sindicales sean o no miembros de un sindicato. No entiendo que mi amiga les perdonara la vida a los dos miembros de Fedeca elegidos, diciendo que podían recurrir ese resultado en base a la ilegitimidad de la candidatura, pero que «generosamente habían decidido no hacerlo».
Que conste que creo que el papel de los sindicatos/representantes sindicales en la administración siempre me ha parecido una caricatura y una broma de mal gusto.
Ojalá hagas algo más que negociar algún minusculo plan de ayudas sociales o tragar con el estatuto de la función pública, la ley de agencias,la discrecionalidad encubierta en los nombramientos de los puestos altos no políticos, el estatuto del directivo público, el plan de pensiones que nos detrae por narices dinero de nuestro salario para beneficio de una entidad bancaria privada a cambio de diez minutos de flexibilidad horaria diaria o alguna otra ridiculez del estilo.