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El amor al trámite

Toda la tecnología del mundo no podrá echar abajo de un día para otro una verdad incontestable: los funcionarios amamos el trámite. No nos basta con los trámites que nos obligan a poner, nosotros mismos acabamos poniendo trámites adicionales, gozamos con ello. ¿Porqué?.

Está muy claro: el conductor, conduce; el legislador, legisla; el funcionario, tramita. Es lo que nos han enseñado. Es lo que se espera de nosotros. Somos importantes porque tramitamos. Nuestro poder reside en agilizar o no un expediente. En vigilar un plazo. En poner un requisito. En exigir una firma.

En la maraña de leyes, reglamentos, normas y procedimientos, es imposible no encontrar un apoyo para introducir un trámite más: requisitos, trámites de audiencia, subsanaciones, alegaciones, requerimientos, notificaciones. Informes de Abogacía, reparos de Intervención.

Lo de Intervención Delegada es un caso de sicosis: «No podemos hacer eso por si acaso Intervención nos pone reparos». «¿Y si luego a Intervención no le gusta?». «El año pasado, en un caso similar, Intervención puso reparos«. «Nos lo van a mirar con lupa, a la menor sospecha, nos lo devuelven».

Otra de las razones para realizar un trámite es la conocida «porque siempre se hizo así«. Cambiar algo es sencillamente malo, porque nadie sabe a ciencia cierta cuáles van a ser las consecuencias.

A veces, cuando se crean unidades especializadas de gestión, con el fin de acelerar los trámites, y se incluyen en ellas probos funcionarios, el efecto es el contrario al esperado: los plazos se alargan, los documentos se amontonan. En realidad los funcionarios trabajan, y mucho: tramitan, tramitan y tramitan. Su mundo se compone de la bandeja de entrada, la bandeja de salida, y los documentos que van de la una a la otra.

Me da igual que se use el e-mail, la aplicación documental MEGASUPERDOC, el ERP o el CRM. El portal de la intranet o la firma electrónica. Un trámite siempre será un buen trámite, y un plazo siempre un plazo.

Recuerdo que cuando entré en la Administración, fuí a visitar mis tres destinos más probables: la Agencia Tributaria, la Biblioteca Nacional, y el Ministerio de Industria. En la Tributaria, me pareció que era una pequeña ruedecita enterrada dentro de la gran maquinaria. En la Biblioteca (donde por cierto luego aterrizó Rafa Chamorro) yo hubiese sido TODA la maquinaria. Al final, me metí en Industria, un término medio, donde podía participar sin perder de vista el horizonte de mi trabajo (pero sobre todo el que me pillaba más cerca de casa ;-).

Siempre me ha gustado saber para qué sirven las cosas que hago. Me temo que debo ser un bicho raro en la administración.

Bueno, os dejo con una recomendación: leeros El Discurso, de David Raya. Un buen ejemplo de lo que una administración ciega puede llegar a hacer.

Por Felix Serrano

Podéis ver mi perfil en LinkedIn:

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9 respuestas a «El amor al trámite»

Félix, excelente reflexión también aplicable demasiado a menudo en los entornos privados. Todavía recuerdo en alguna empresa TIC importante con la que he colaborado que, en algún caso de «fuego», alguien me dice que «esto no te lo puedo hacer si no me habres un ticket…»

Mi padre siempre me repetía un dicho catalán: «Fill meu, recorda que no és el mateix treballar que fer feina», que en traducción libre y liberal 🙂 sería, «no es lo mismo trabajar que ser productivo».

Si es que hay gente que se forra con ello. «Getting the things done», un fantástico libro sobre organización, de David Allen, quiere resolver la paradoja del que está todo el dia currando pero no consigue «fer feina» o sea en castellano viejo, hacer la faena.

De todas formas, analízalo, el trámite puede ser un escudo o arma, según se emplee, para fastidiar al prójimo.

Jajaja.. Félix, da risa pero es verdad. Efectivamente el amor al trámite es intrínseco a la naturaleza del trabajo funcionarial . Por eso es tan difícil plantear cambiar las cosas, porque si se abordan cuestiones con amplitud de miras y nuevas perspectivas el trabajo de muchísima gente perdería el sentido de lo que ha estado haciendo muchísimos antes y, sin ninguna duda, muchos puestos de trabajo perderían su sentido. El problema de los trámites es que se ha llegado un punto de abuso y exigencia de los mismos que son más un problema que una solución. En ciertos casos son imprescindibles, por supuesto, pero en muchos otros se han ido creando artificialmente como bien apuntas en tu post.

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