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Directivos públicos: ¿políticos o funcionarios?

En marzo de 2010 se planteaba en este blog, en el artículo «Las tres capas» la existencia de una estructura basada en capas en lo referente al personal y funciones que desempeña su trabajo en la Administración Pública, y que, simplificando mucho, viene a decir que, para el desempeño de las funciones operativa, directiva y ejecutiva, se corresponden con personal contratado de origen laboral, funcionario de carrera y político.

Es importante entender el origen del sistema de designaciones para la cobertura de los puestos de trabajo, ya que el mecanismo actual es un sistema TOP-DOWN, en el cual la capa superior «ejecutiva» de origen político, determina los nombramientos de la capa intermedia «directiva» que puede ser de origen político o funcionario de carrera. Este sistema de designaciones termina ahí, pues para el resto de puestos de trabajo «operativos» existe un sistema diferente, el de concurso de méritos, que generalmente está reservado exclusivamente para personal que ostenta la condición de funcionario.

Existe la opinión, reflejada en diversos debates recientes en la red, de que una parte del problema de la productividad, eficacia y eficiencia de la Administración Pública reside en que la capa directiva no es todo lo eficiente que debería ser, y ello viene derivado del sistema actual de designación; es decir, que el hecho de que un funcionario sea un buen técnico no garantiza que esté igualmente capacitado para una función directiva, incluso en su propio ámbito profesional, e igualmente un buen político tampoco necesariamente va a poder desempeñar con eficacia las labores de gestión en un entorno tan complejo como las Administraciones Públicas.

En realidad, en ambos casos, existe la duda de si el motivo del nombramiento no es su capacidad como directivo, y por tanto su formación y resultados demostrados, lo que le hace ser nombrado, sino su afinidad política o corporativa, o una buena red de contactos adecuadamente mantenida.

La propuesta «A favor de la dirección pública profesional» incide precisamente en éste punto. Específicamente propone un «Proceso de Acreditación y Evaluación de la DPP» así como una «retribución de la DPP acorde a criterios de mercado y con una importante parte variable, asociada a la evaluación del desempeño«.

En abstracto, nadie puede oponerse a estas propuestas. En ese sentido se pronuncia Iñaki Ortiz (y varios de los comentaristas) en su artículo «Sobre la dirección pública profesional«. Sin embargo, todos sabemos que una cosa es la letra de la ley y otra cómo se aplica. En la práctica, esta propuesta supone la apertura de una puerta para la entrada de directivos de fuera de la Administración, como apunta Andrés Nin en su comentario, junto con el hecho de que ya actualmente existe en la LOFAGE una vía de excepción para tales casos, que se utiliza regularmente, para el nombramiento de Directores Generales que no ostentan la condición de funcionario de carrera.

La propuesta de la DPP sin embargo es mucho más ambiciosa; podría alcanzar en la práctica a todos los niveles de libre designación de la Administración Pública. Y no podemos obviar que ya existen en la Administración cuerpos de carácter horizontal creados expresamente para cubrir esa función directiva, como el Cuerpo de Administradores Civiles del Estado, conocidos como TAC, o el propio Cuerpo de Sistemas y Tecnologías de la Información de la Administración del Estado, abreviadamente llamados TIC.

La existencia de otra vía de entrada, fuera de la carrera funcionarial, para los puestos directivos, supondría cuestionar el modelo actual que ha dado origen a estos cuerpos horizontales. Y es importante señalar que los procesos de selección de personas que aspiran a obtener la condición de funcionarios del más alto nivel, son procesos difíciles pero al mismo tiempo transparentes y cuentan con las mayores garantías.

Y como muy bien señala Andrés, no se trata de cuerpos cerrados: cualquier persona puede presentarse a las oposiciones, y en muchos casos obtienen plaza aquellos que ya tienen una dilatada carrera profesional en el sector privado (en mi caso estuve trabajando 12 años para la empresa privada).

Una última cuestión reside en el hecho de que la entrada de directivos provenientes de la empresa privada podría inducir a pensar (y así se promueve en algunos circulos) que el modelo de gestión privada es el que ha de aplicarse en la Administración, y que por tanto esa circunstancia no solo debe ser posible sino incluso deseable. Pero para mi, la naturaleza de la actividad de la empresa privada es la obtención de beneficio económico (completamente legítimo, por otra parte) pero no es la naturaleza de la Administración Pública, la cual está claramente en otro plano.

De modo que la cuestion no es ni mucho menos simple, y aún no tengo una opinión definida. Pero comparto mis dudas, por si alguien puede aportame alguna luz.

En fin, ahí os dejo una reflexión en forma de chiste sobre el tema, sacada del blog de Habilitados Estatales:

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El Ministro de AAPP está un día pensativo en el despacho cuando entra el Subsecretario que le pregunta: “Sr. Ministro, ¿qué le ocurre esta mañana que ni siquiera ha cogido el periódico?”.

Contesta el Ministro: “verás, es que estoy inquieto porque no sé si hacer el amor con mi mujer es trabajo o placer”.

El Subsecretario se queda también muy pensativo y decide ir a preguntar al Secretario General.

“Oye, el Ministro no sabe si hacer el amor con su mujer es placer o trabajo, ¿tú qué opinas?”, el Secretario General tampoco sabe cómo responder y decide preguntar al Director General: “Verás, estaba el Ministro hablando con el Subsecretario y no saben si hacer el amor con su mujer es placer o trabajo, ¿qué te parece a ti?.

El Director General no tiene ni idea, pero tiene la brillante idea de preguntar al Subdirector: “¿Tienes un minuto?, es que el Ministro se ha levantado esta mañana preocupado porque no sabe si hacer el amor a su mujer es placer o trabajo… ¿qué piensas?.

El Subdirector tampoco sabe como desvelar la incógnita cuando pasaba por allí un auxiliar administrativo cargado con 20 dosieres para fotocopiar y enviar uno a cada Dirección General del Ministerio antes de 5 minutos, porque se lo había pedido el Jefe de su Sección ¡¡con carácter urgente!!… y el Subdirector le interrumpe el paso mientras se acaricia la barbilla y le pregunta: “Oye chaval! a ver a ti qué te parece… el Ministro se levantó hoy inquieto porque no sabe si hacer el amor con su mujer es placer o trabajo… ¿qué se te ocurre?.

Y responde el auxiliar: “Pues verá señor, estoy seguro de que será placer, porque si de trabajo se tratase… ¡me la tendría que tirar yo!”.

Por Felix Serrano

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4 respuestas a «Directivos públicos: ¿políticos o funcionarios?»

Un apunte adicional para apuntalar mi opinión sobre la necesidad que el dpp sea funcionario. Si no es funcionario, es discrecional totalmente, e.d político. Las consecuencias seria una aapp mas politizada, y ello traería mas corrupción a juicio de algunos expertos, que ven una relación directa entre corrupción y politización de la aapp. Dejo aquí un articulo al respecto http://www.elpais.com/articulo/opinion/hay/corrupcion/Espana/elpepiopi/20090327elpepiopi_12/Tes

Información Bitacoras.com…

Valora en Bitacoras.com: En marzo de 2010 se planteaba en este blog, en el artículo “Las tres capas” la existencia de una estructura basada en capas en lo referente al personal y funciones que desempeña su trabajo en la Administración Pública……

Desde luego que es una cuestión compleja. Yo parto de la realidad que conozco, que es la administración vasca, donde se cubren por criterios políticos, prácticamente, todos los puestos directivos de la organización, es decir, los Consejeros, los Viceconsejeros y los Directores. Después, hay dos tipos de puestos que se cubren por libre designación entre funcionarios, que son los subdirectores (sólo hay subdirectores en los Organismos Autónomos y en el Dpto. de Sanidad) y los delegados territoriales.

Cualquier puesto de la administración vasca tiene unos requisitos y un procedimiento «serio» de selección, con tribunales, etc., salvo precisamente los puestos directivos que se cubren de forma discrecional. Me parece contradictorio.

A mí no me parece mal que los puestos directivos de la administración pública se puedan cubrir con personal externo a la administración (también con funcionarios, por supuesto), siempre que cumplan unos requisitos y haya un procedimiento rigurosos de selección.

Eso no significa que se fuera a politizar («partidizar», para ser más exactos) la administración, sino todo lo contrario. Una dirección pública profesional (que no es lo mismo que funcionarial) estaría menos partidizada que la actual, incluso cuando los cargos se cubren con personal funcionario.

Tampoco me parece lo mismo una selección para un puesto directivo que una oposición a un cuerpo TAC o TIC, donde las personas que superan la oposición acceden a puestos básicos de esos cuerpos y, a partir de ahí, deben hacer su carrera administrativa. Sin perjuicio de que el sistema de oposiciones también se merece una buena revisión.

Y es verdad que no es lo mismo una empresa privada que una organización pública, pero creo las habilidades y las técnicas directivas son válidas en gran parte para ambos entornos. Más válidas que los conocimientos técnicos de un cuerpo determinado.

Por concluir, me parece que el debate sobre cómo debería ser la función directiva pública (funciones, selección, evaluación, etc.) se empobrece cuando se limita al pulso entre políticos y funcionarios.

El modelo de dirección pública es una de las grandes asignaturas pendientes de la Administración española. la existencia de tres niveles de Administración con sus respectivas políticas no ayuda precisamente a mejorar el asunto.
Creo, por experiencia propia, que en líneas generales el Cuerpo Técnico no siempre cuenta con las habilidades directivas precisas. No hay que olvidar que su formación ha ido por otra línea. Soy partidario de la entrada, con matices, de personal procedente del ámbito privado en la Administración.
Asimismo, sería conveniente eliminar el sistema de Libres designaciones en los puestos intermedios de nivel directivo. Sus consecuencias son nefastas. Par optar a una Subdirección o una Jefatura de Área uno debería someterse a una valoración por parte de las Subdirecciones de Personal correspondientes. Valorar curriculum, entrevista personal…etc.
El círculo de relaciones personales termina pesando demasiado en la selección de candidatos

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